El expulsado que sabe cazar
Salvador Allende visitó México en el
año de 1972; más específicamente la Universidad de Guadalajara. Ahí, ofreció un
discurso histórico en el que dijo una frase que se ha vuelto famosa en todo el
mundo: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta
biológica”. Esta célebre frase que se podría interpretar de diversas formas, pareciera
tener más su fundamento y función en el plano político-ideológico -alentar a la
juventud a organizarse en torno a los objetivos de una revolución- que en el
plano biológico, pues parece difícil encontrar una relación objetiva entre la
adopción y praxis de un pensamiento
revolucionario, y la programación biológica del ser humano en su etapa juvenil.
No obstante, me resulta maravilloso el descubrir que Salvador Allende, ya fuera
por una casualidad inconsciente, o por una consiente necesidad de alentar a
luchar a los jóvenes, tuviera razón: “Ser joven y no ser revolucionario, es una
contradicción hasta biológica”.
De
acuerdo con Morin, la condición primaria y fundamental para que el proceso de
hominización comenzara a desarrollarse fue la transformación del ecosistema. A
punto de finalizar la era terciaria, una sequía de enormes dimensiones afecto
de manera notable los grandes bosques húmedos, provocando la disminución de
estos y dando paso a la aparición de gigantescas áreas de sabana semiárida. La
reducción en el número de árboles comenzó a provocar serios conflictos entre
sus habitantes debido a la escases de alimentos y la explosión demográfica.
Este
hecho provocó la aparición de dos grupos antagónicos, los cuales buscaban
apropiarse del alimento cada vez más escaso; uno era el grupo dominante
conformado por adultos fuertes, y otro era un grupo de miembros jóvenes que
eran más débiles. Al final, como es de suponerse, se impuso la voluntad del
grupo de los adultos, lo que devino en la expulsión de los grupos juveniles
rebeldes, quienes representaban una amenaza para el orden establecido en las
copas de los árboles. No obstante, fue la “modificación en la auto-reproducción
sociológica” (Morin: 2005 p. 68), provocada por una modificación en la
autoreproducción de ecosistema, lo que orillo a “los anormales, los rechazados
los heimatlos [apátridas], los
aventureros, los rebeldes”, a abandonar las copas de los árboles para iniciar
una nueva forma de vida en la sabana.
Esta
experiencia fue uno de los principales motores del desarrollo del bipedalismo,
que de acuerdo con Morin, es el rasgo de principal distinción entre los
homínidos y los chimpancés, ya que el bipedalismo permitió a estos liberar las
manos para el forrajeo y para la elaboración de herramientas. Finalmente, los
rebeldes expulsados de los bosques encontraron una “solución revolucionaria” (68),
la cual consistió en la mutación de seres aptos y capaces para adaptarse al
entorno adverso de la sabana.
Para finalizar, y volviendo a Salvador Allende y a su afirmación sobre la contradicción biológica
latente que vive en un joven anti-revolucionario, confirmo que el expresidente
chileno, el cual fue derrocado y asesinado mediante el ya muy conocido golpe de
estado perpetrado por la derecha chilena, por el ejército y por la CIA, el 11
de septiembre de 1973, no estaba equivocado.