domingo, 4 de enero de 2015

El expulsado que sabe cazar

            Salvador Allende visitó México en el año de 1972; más específicamente la Universidad de Guadalajara. Ahí, ofreció un discurso histórico en el que dijo una frase que se ha vuelto famosa en todo el mundo: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica”. Esta célebre frase que se podría interpretar de diversas formas, pareciera tener más su fundamento y función en el plano político-ideológico -alentar a la juventud a organizarse en torno a los objetivos de una revolución- que en el plano biológico, pues parece difícil encontrar una relación objetiva entre la adopción y praxis de un pensamiento revolucionario, y la programación biológica del ser humano en su etapa juvenil. No obstante, me resulta maravilloso el descubrir que Salvador Allende, ya fuera por una casualidad inconsciente, o por una consiente necesidad de alentar a luchar a los jóvenes, tuviera razón: “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica”.

De acuerdo con Morin, la condición primaria y fundamental para que el proceso de hominización comenzara a desarrollarse fue la transformación del ecosistema. A punto de finalizar la era terciaria, una sequía de enormes dimensiones afecto de manera notable los grandes bosques húmedos, provocando la disminución de estos y dando paso a la aparición de gigantescas áreas de sabana semiárida. La reducción en el número de árboles comenzó a provocar serios conflictos entre sus habitantes debido a la escases de alimentos y la explosión demográfica.

Este hecho provocó la aparición de dos grupos antagónicos, los cuales buscaban apropiarse del alimento cada vez más escaso; uno era el grupo dominante conformado por adultos fuertes, y otro era un grupo de miembros jóvenes que eran más débiles. Al final, como es de suponerse, se impuso la voluntad del grupo de los adultos, lo que devino en la expulsión de los grupos juveniles rebeldes, quienes representaban una amenaza para el orden establecido en las copas de los árboles. No obstante, fue la “modificación en la auto-reproducción sociológica” (Morin: 2005 p. 68), provocada por una modificación en la autoreproducción de ecosistema, lo que orillo a “los anormales, los rechazados los heimatlos [apátridas], los aventureros, los rebeldes”, a abandonar las copas de los árboles para iniciar una nueva forma de vida en la sabana.

Esta experiencia fue uno de los principales motores del desarrollo del bipedalismo, que de acuerdo con Morin, es el rasgo de principal distinción entre los homínidos y los chimpancés, ya que el bipedalismo permitió a estos liberar las manos para el forrajeo y para la elaboración de herramientas. Finalmente, los rebeldes expulsados de los bosques encontraron una “solución revolucionaria” (68), la cual consistió en la mutación de seres aptos y capaces para adaptarse al entorno adverso de la sabana.


Para finalizar, y volviendo a Salvador Allende y a su afirmación sobre la contradicción biológica latente que vive en un joven anti-revolucionario, confirmo que el expresidente chileno, el cual fue derrocado y asesinado mediante el ya muy conocido golpe de estado perpetrado por la derecha chilena, por el ejército y por la CIA, el 11 de septiembre de 1973, no estaba equivocado.