Es 15 de septiembre del 2012, un
grupo de ciudadanos que amamos profundamente a México decidimos congregamos por la
tarde en el monumento a la Revolución para realizar un grito alterno al que se
daría en las plazas públicas del país unas horas más tarde, por parte de aquellos que
ostentan cargos públicos y que representan un sistema político totalmente
anacrónico, anti-democrático y corrupto, enormemente represor, y que ha dado
muestras de su pudrición y su inviabilidad.
Después de tener un acto
sumamente emotivo en el que se exalto la importancia de los héroes olvidados
por la historia, de los pueblos indígenas que viven resistiendo el embate del
capital transnacional, de los trabajadores que han dado su vida por conquistar
derechos laborales; después de resaltar la labor de los maestros honestos que son los que también enseñan luchando en las calles, de
las amas de casa que por momentos parecen invisibles, de los artistas sin oportunidades, de los deportistas sin apoyo, de los universitarios
que no hacen a un lado su responsabilidad histórica con el país; después de
este acto de verdadero patriotismo, salimos marchando y gritando consignas
rumbo al zócalo, la plaza pública más importante del país, para poder ejercer
un derecho fundamental que tenemos todas y todos los mexicanos: es el
derecho a libre manifestación de ideas, el cual está plasmado en el artículo 6to
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Antes de llegar al zócalo realizamos una breve escala en las afueras del Palacio de Bellas Artes, lo que
nos permitió recordar el grado de olvido en que el Estado mexicano tiene a la
cultura del país, y la clase de mafias que controlan las manifestaciones
artísticas en México. Esa escala nos sirvió para acordar la forma en que
ingresaríamos al que fuera en otros tiempos, el gran centro ceremonial del
majestuoso imperio Azteca. Era importante acordar que
si la Policía Federal -la cual tenía montado un cerco absurdo y agresivo de
seguridad contra la población, el cual solo demuestra el gran temor que sienten
los políticos de la ciudadanía- nos veía llegar como un contingente crítico al
régimen, nos impedirían la entrada.
También se nos informó que no podríamos ingresar si nos llegaban a detectar en posesión de mantas, carteles, playeras, pintas en la cara, o cualquier otro método de manifestar nuestra adherencia y simpatía con el movimiento #YoSoy132; o bien, de rechazo a la política criminal de Felipe Calderón que ha dejado un saldo de 90 mil hermanos mexicanos muertos; genocidio que será recompensado con un sueldo vitalicio de más de $200 mil. Tampoco podríamos manifestarnos contra el fraude electoral descarado y vulgar realizado por el PRI, y que avaló el IFE y el TRIFE, como tampoco podríamos hacer evidente nuestra indignación por tener más de 50 millones de pobres en el país, o la rabia que provoca tener en este año más 200 mil jóvenes que no pudieron ingresar a una universidad pública para aspirar a un mejor futuro, o el coraje que genera el saber que solo contamos con autoridades e instituciones débiles y corruptas, que están permitiendo que empresas mineras y turísticas transnacionales destruyan nuestro medio ambiente, nuestros bosques, nuestros desiertos y selvas.
También se nos informó que no podríamos ingresar si nos llegaban a detectar en posesión de mantas, carteles, playeras, pintas en la cara, o cualquier otro método de manifestar nuestra adherencia y simpatía con el movimiento #YoSoy132; o bien, de rechazo a la política criminal de Felipe Calderón que ha dejado un saldo de 90 mil hermanos mexicanos muertos; genocidio que será recompensado con un sueldo vitalicio de más de $200 mil. Tampoco podríamos manifestarnos contra el fraude electoral descarado y vulgar realizado por el PRI, y que avaló el IFE y el TRIFE, como tampoco podríamos hacer evidente nuestra indignación por tener más de 50 millones de pobres en el país, o la rabia que provoca tener en este año más 200 mil jóvenes que no pudieron ingresar a una universidad pública para aspirar a un mejor futuro, o el coraje que genera el saber que solo contamos con autoridades e instituciones débiles y corruptas, que están permitiendo que empresas mineras y turísticas transnacionales destruyan nuestro medio ambiente, nuestros bosques, nuestros desiertos y selvas.
Ante este oscuro panorama decidimos entrar al zócalo en pequeños grupos de 10 o 15 personas, como si no nos
conociéramos unos y otros, como si nos avergonzáramos de lo que hacíamos,
escondiendo como si fueran drogas o armas, nuestras pancartas y nuestras
banderas. Entramos a la plancha del Zócalo como auténticos criminales que representan un peligro y un daño a la sociedad.
Una vez adentro, con cierto temor
y con suma precaución, comenzamos a congregarnos frente al balcón presidencial; fue ahí cuando la represión se desato. A mí me toco presenciar cómo entre más
de 10 miembros de la Policía Federal sometían con golpes y forcejeos a un compañero que
escribía la palabra FRAUDE en un enorme globo que intentó lanzar al cielo; un grupo nutrido de personas trato
detener la arbitrariedad con poco éxito. Yo no pude acercarme más a la
trifulca porque los policías comenzaron a agruparse en vallas humanas, para
evitar que más personas acudiéramos a evitar la injusticia que se estaba
cometiendo. Finalmente, varios policías y compañeros salieron por la calle 20
de noviembre, y mientras a la distancia observaba impotente como se alejaban con mis compañeros, alcance a escuchar a un
elemento de la Policía Federal que se comunicaba por radio diciendo: -Vénganse para acá,
necesitamos refuerzos, acá están los del 132.
Escuchar esto me indignó
profundamente; inmediatamente respondí al Policía que no éramos 132, que éramos todos los mexicanos indignados de este país, sin etiqueta, sin banderas, sin playera política; le dije
que todos éramos mexicanos que estábamos hasta la madre. Ante esto, el policía
me ordeno que me callara, que me retirara de ahí y que no le hablara así, que
no podía dirigirme a el de esa forma, que tuviera cuidado.
Minutos después, cuando regresaba al frente del
balcón presidencial, un reportero de Milenio se acercó a mí pidiéndome una
entrevista; me pregunto qué había sucedido y le relate los que pude apreciar, termino la breve entrevista y reanude mi
camino hacia el punto de reunión, y poco antes de llegar pude ver que otros 3 elementos
de la Policía Federal escoltaban ya a otro compañero. Me acerque a el y le pregunte por que lo
escoltaban, el me respondió que no sabía; los policías me ordenaron que me
quitara de su camino, yo no lo hice y me plante frente de ellos, me evadieron y
siguieron su avanzando; unos metros más adelante se detuvieron, otras dos
personas y volvimos a cuestionar el
por qué de la detención, a lo que uno de ellos respondió que eran órdenes
superiores. Yo saque mi celular y comencé a grabarlos, ellos me ordenaron que
dejara de hacerlo y que me alejara, nosotros exigimos que lo liberaran, el
policía dijo que solo estaban pidiendo que se identificara, que le iban a hacer
una revisión y que después lo soltarían, pero que tenía que dejar de grabarlos
con el celular. Yo accedí.
Finalmente el humillante cateo
termino y pese a lo que nos habían dicho, procedieron a sacar al compañero de la plancha del zócalo. Volví a seguirlos, les reclame sus acciones, les pregunte porque lo
hacían; ellos respondieron que eso a mí no me importaba. Ya a punto de llegar
a la salida, en la parte donde habían formado corredores con vallas metálicas
para que todos los asistentes al zócalo entraran y salieran, le dije a uno de los
elementos que lo que hacían era una arbitrariedad, que no podían hacer eso; él
me respondió que sabía bien a qué organización pertenecíamos, y fue cuando
volteo hacia mí y me dijo: -O que, ¿Tú no eres de la organización? Yo respondí
que no pertenecía a ninguna organización, que solo era un mexicano que quería
manifestarme porque era mi derecho. El policía respondió: -Tú no tienes derecho
a manifestarte, yo te voy a decir tus derechos, tú solo tienes derecho a
estudiar, manifiéstense de otra forma, no así.
Hasta ese momento yo no me había
percatado que detrás de mí venia una persona vestida de civil y con corte
militar. Cuando escucho que había acudido al zócalo a manifestarme me grito: -¿Tú
también vienes a manifestarte cabrón? ¿Cómo te llamas? Yo no conteste. No obstante, el me jalo por la espalda y me arrincono contra una de las vallas metálicas.
Ya molesto me volvió a preguntar mi nombre; yo se lo dije pero sin dar mis
apellidos; me pregunto de donde era y yo respondí que era estudiante de la UACM.
Después me ordenaron que les mostrara mi credencial de elector y fue cuando vieron
mis datos y apuntaron mi nombre en una pequeña libreta que tenía una lista con
muchos nombres más. Cabe destacar que mi segundo apellido lo escribieron mal ya que no lo leyeron correctamente. Después de esto me pidieron que levantara la cara para poder
fotografiarme con un celular que uno de los policías había sacado, y que a
simple vista parecía un aparato muy moderno, con un gran flash. Me pidieron que me pusiera
de perfil para tomarme una fotografía más, a lo que yo me negué, y fue cuando
el policía que me había tomado la primera foto dijo: Ya está bien, con esto es
suficiente.
Finalmente me ordenaron que
saliera del zócalo y que no tendría derecho a reingresar nuevamente. Una vez
fuera, vi a un grupo de compañeros que habían sido desalojados en la trifulca
unos minutos antes, fue cuando me enteré que la Policía Federal se había llevado detenidos a
tres compañeros de los cuales no tuvimos noticias en varias horas.
Ante los hechos narrados yo me
pregunto; ¿Qué celebramos los mexicanos el pasado 15 de septiembre? ¿Qué es lo
que puede celebrar la sociedad? ¿Celebramos la implantación de un régimen
autoritario y violento que reprime a todo aquel que se manifiesta en su contra?
¿Celebramos el hostigamiento y la criminalización
de uno de los sectores sociales más importantes del país, que son sus
estudiantes? ¿Celebramos nuestros 90 mil muertos? ¿Nuestra estela de Luz?
¿Nuestros hermanos tarahumaras que murieron de hambre este año? ¿Dos fraudes
electorales consecutivos sin que podamos hacer nada como sociedad por evitarlo?
¿Celebramos nuestra obediencia ciega a las políticas económicas del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional? ¿La cobardía de nuestras
autoridades para defender a nuestros hermanos que viajan a los Estados Unidos?
¿Podemos celebrar nuestra independencia? ¿Es México un país independiente? El
del sábado, más aun que muchos otros, fue un 15 de septiembre
negro.