miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi cosmovisión del mundo

Que difícil me ha resultado sentarme frente a la computadora y comenzar a teclear, que complicado ha sido encontrar las palabras que plasmen con cierta claridad estás ideas nebulosas y volátiles que revolotean en mi mente, que conflictivo es el acto de confrontarse con uno mismo, el colocarse frente al espejo y mirar cada detalle para poder escudriñar en él. Camino por la calle y le doy vueltas al asunto, abordo el metro dubitativo y busco, sigo buscando en mi mente, trato de encontrar una idea, una luz, ese flashazo destellante que me guíe en la elaboración de este ensayo: ¿Cuál es mi cosmovisión?

Para poder entender y explicar cuál es mi cosmovisión del mundo, empezare por dar una definición de la misma. De acuerdo con Wilhelm Dilthey, una concepción o visión del mundo, es “la estructura psíquica que, con base en las experiencias religiosas, artísticas y filosóficas, articula la manera de comprender y dar sentido a la vida y al mundo en el seno de una determinada cultura o civilización” (1995). Una vez dicho lo anterior comenzaré mi argumentación.

En primer lugar, resulta pertinente dimensionar una “estructura psíquica”, entendiendo a esta como la conformación axiológica del individuo, la cual, evidentemente está determinada por un contexto social que actúa de manera constitutiva. Como bien dice Dilthey, son las experiencias religiosas, artísticas y filosóficas (yo agregaría políticas, económicas y culturales), las que van estructurando nuestra personalidad con el paso del tiempo. Es así como se entiende que una cosmovisión se articula y concretiza en rasgos actitudinales del individuo –la estructura psíquica-, las cuales son consecuencia de la realidad y el contexto social en el que este se desenvuelve.

Por tanto, y buscando con ello centrarme en el tema de este trabajo, el cual es mi cosmovisión del mundo, comenzaré a hablar sobre Demian –situación que me resulta por demás incómoda (entiéndase esto como sarcasmo, rasgo actitudinal de mi estructura psíquica)-.

Me gustaría empezar diciendo que, tal y como lo afirma Dilthey, mi cosmovisión ha sido  un “producto contingente” (1995), cambiante e inestable en muchos aspectos, que sin embargo conserva importantes rasgos inmutables que cumplen la función de cimiento en esta constante transformación.  Tanto en mi infancia como en mi adolescencia y también en la actualidad, ha sido un deseo permanente el pertenecer al bando de los buenos. No obstante, cuando tenía 8 años consideraba como bondadosas a todas aquellas personas que elevaban sus plegarias a Dios, y catalogaba como seres abominables a aquellos que tomaban drogas (algo que mi abuela decía que era muy malo), y también a esos hombres que se enamoraban de otros hombres. ¿Y si a mí me llegara a pasar eso? Pensaba. ¿Y si a mí me llegara a gustar un hombre? Diosito, no lo permitas nunca.

Los años pasaron y la mariguana hizo que cambiara radicalmente mi perspectiva sobre aquello que la sociedad llamaba drogas. Por otra parte, y gracias a que Diosito me escuchó, las mujeres comenzaron a estar presentes de manera preponderante en mi mente y esto me llevó a actuar en consecuencia con ese pensamiento. Sin embargo, logré elaborar un discurso de plena apertura y respeto hacia la comunidad LGBTTT, llegando en ocasiones al punto de desarrollar un activismo feisbuquero en favor de los derechos de esta supuesta minoría. Con respecto a dios, a quien alguien alguna vez llamó el opio del pueblo, hoy lo considero la creación más perversa de la especie humana, el principal promotor de las cruzadas y de la conquista de Mesoamérica, el gran genocida del pueblo palestino, el pederasta que se regodea en su impunidad, etc.

Mi visión del bien y del mal se ha trastocado y ha evolucionado hacia una visión menos maniquea de la realidad, la cual intenta enfocarla desde una óptica crítica. Sigo admirando, como lo hacía de niño, a las personas que hablan con palabras verdaderas, aunque ya no las catalogo como buenas, sino como congruentes. Me continuo maravillando de la gente valiente, aunque ahora entiendo que la valentía implica mucho más que dormir con la luz apagada: que valiente es el rector interino de la UACM, que valientes son los zapatistas que marcharon con un silencio que estremeció al país hace unos meses, que valientes las madres solteras y las mujeres que deciden ser dueñas de su cuerpo y recurren a la interrupción del embarazo, que valientes los pueblos autogestivos que se organizan para defender a sus comunidades y que valientes los grupos sociales que se organizan y luchan contra adversidades monumentales para impedir que vulneren sus derechos laborales.

La marcha de la humanidad en la tierra es una de los acontecimientos más complejos que han ocurrido hasta ahora en el planeta, y de ello deriva la complejidad de definir una cosmovisión. Podría escribir líneas y más líneas intentando describir mi visión del mundo, la cual incluye un profundo y combativo sentido de la justicia y del humanismo, al igual que una incontrolable personalidad hedonista y dionisiaca; una recalcitrante confrontación con el dogma y la religiosidad, al igual que innegables actitudes “Guadalupanas” que se han tatuado en mi inconsciente; un reluciente discurso que promueva la equidad de género y la solidaridad con las luchas femeninas, al igual que un repugnante machismo que pareciera estar grabado en mi ADN. 

Finalmente, me gustaría destacar el hecho de que la construcción de una visión del mundo es tan compleja, que en muchas ocasiones, tanto individuos como grupos sociales e instituciones, han recurrido al uso de la palabra para conformar frases de tal fuerza y magnitud que logran generar especies de cismas intelectuales y éticos. Hoy he decidido escoger algunas de esas frases las cuales han ido forjando mis diferentes cosmovisiones a lo largo de la vida:

“Amaos los unos a los otros” Jesucristo.

“A que le tiras cuando suelas mexicano” Salvador Chava Flores

“El respeto al derecho ajeno es la paz” Benito Juárez.

“Por mi raza hablará el espíritu” José Vasconcelos.

“es tan corto el amor y es tan largo el olvido” Pablo Neruda.

“mi estrategia es/ que un día cualquiera/ no sé cómo ni sé con qué pretexto/ por fin me necesites” Mario Benedetti.

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar al mundo” Eduardo Galeano.

“Seamos realistas, pidamos lo imposible” Mayo francés de 1968.

“Mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado” Emiliano Zapata.

"Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario." Ernesto “Che” Guevara.

“¿De que tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonas? ¿De no morirnos de hambre?” Subcomandante Insurgente Marcos

“Si no ardemos juntos, ¿quién iluminará esta oscuridad?” Movimiento #YoSoy132


Y por supuesto “Nada humano me es ajeno” UACM

miércoles, 10 de julio de 2013

Lenguaje, cultura y clases sociales


                Una característica muy común en nuestra sociedad es la búsqueda constante de distinción y diferenciación entre grupos sociales. Tal pareciera que un objetivo constante de muchos individuos es pertenecer –o al menos aparentar que se pertenece- a un grupo dominante o élite. Para lograr este propósito, constantemente intentamos imitar patrones de conducta, estereotipos y actitudes que sabemos o suponemos pertenecen a sectores sociales privilegiados de nuestro país. Dentro de este conjunto de normas se encuentran el vestir, la alimentación, los patrones de consumo e incluso el lenguaje.

Es muy común ver cómo mediante el uso que hacemos o dejamos de hacer de cierto tipo de palabras, podemos construir juicios sobre el estrato socio-cultural y económico de la persona que las utiliza, y en determinadas ocasiones llegamos a asignar juicios de valor con respecto a la forma en que se expresan los demás, llegando a calificar como correcto o incorrecto el uso del lenguaje. El asunto sobre qué son las buenas y las malas palabras es un tema que siempre genera polémica entre los estudiosos del lenguaje y entre la ciudadanía, la cual se apropia y transforma el idioma constantemente.

                El lenguaje siempre ha sido un elemento de cohesión sociocultural y de identidad nacional. No obstante, este puede servir también como elemento de diferenciación social, es por ello que en muchas ocasiones los diversos estratos que conforman una sociedad desarrollan formas o estilos de comunicación que resultan divergentes con respecto a lo que se plantea desde la academia y la intelectualidad, generando con esto la estigmatización y el rechazo hacia formas poco prestigiosas de comunicación las cuales llegan a ser catalogadas como “incorrectas”.

                En la obra de José G. Moreno de Alba La lengua española en México se aborda de manera muy clara la falta de certeza del término “incorrecto” aplicado al lenguaje, ya que para el autor lo más adecuado sería hablar en términos de “Lo correcto y lo ejemplar”,[1] refiriéndose a correcto como “la propiedad de los hechos de habla en relación con un sistema lingüístico”,[2] y a ejemplar como la relación de “ciertos hechos del habla con determinada lengua o dialecto en comprobación de índole histórica”.[3]

                Dicho esto podemos entender como correcto el seguimiento de reglas sintácticas y lingüísticas que dotan de lógica los discursos que elaboramos: “El carro rojo” (correcto) y “Las carro roja” (Incorrecto). Mientras que por ejemplar podemos entender las variantes discursivas originadas por una cultura local o nacional, tomándose como ejemplares las características que posee el discurso del grupo social dominante en un contexto determinado. Si algún funcionario público de alto rango llegara a adoptar en un discurso oficial una palabra poco ejemplar asociada con un grupo social marginado, será fuertemente cuestionado por el grueso de la sociedad. No obstante, si un individuo perteneciente a un estrato social excluido llegara a utilizar terminologías academicistas en la elaboración de su discurso, es probable –aunque no se puede afirmar con plena certeza ni que esto suceda en todos los casos-, que este sea reconocido y valorado.[4]

                Ahora bien, como observa la prestigiosa lingüista y directora de la revista Algarabía, Pilar Montes de Oca Sicilia, “los sistemas de clasificación de la lengua reflejan diferentes maneras en que los seres humanos fragmentan [fragmentamos] o configuran [configuramos] el universo”.[5] Por tanto, sería una falacia afirmar que un idioma es mejor que otro, o que la manera de hablarlo, de acuerdo a los contextos regionales o históricos, es correcto o incorrecto. Para ejemplo, basta con citar al gran Fernández de Lizardi, quien escribió en el siglo XIX lo siguiente:

Lo que sucede es, que como su mano de usted es mayor que la llama de la vela, siempre que la ponga frente de ella, la tapará toda y hará un eclipse total; pero si la pone frente de una luminaria de leña, seguramente no la tapará toda sino un pedazo; porque la luminaria es más grande que la mano de usted, y entonces puede usted decir que hizo un eclipse parcial, esto es, que tapo una parte de la llama de la luminaria. ¿Lo entiende usted?.[6]
                Finalmente, podemos concluir que lo correcto y lo incorrecto en el lenguaje se refiere simplemente a la aplicación lógica de las reglas sintácticas para la elaboración de un discurso, mientras que lo ejemplar se encuentra asociado con el valor que le asignamos a ciertas palabras, de acuerdo con nuestro contexto sociocultural, lo que nos lleva a entender que no existen mejores idiomas que otros, o formas más adecuadas de expresión. La ejemplaridad del lenguaje se haya determinada en realidad por contextos sociales, culturales, históricos e incluso económicos, y no son más que el reflejo de la enorme riqueza lingüísticas que gozan las sociedades.

·         Bibliografía

FERNÁNDEZ DE LIZARDI, José Joaquín. El periquillo sarniento, México: Porrúa, 1816/1969.

MONTES DE OCA SICILIA, María del P. “De mujeres, fuego y cosas peligrosas”, en Algarabía divertimento, cultura y lenguaje, 26, México, Alijamia, 2006. Pp. 23-27.

MORENO DE ALBA, José G. “Lo correcto y lo ejemplar”, en La lengua española en México, México: FCE, 2003.




[1] Cfr. J. G. Moreno de Alba. “Lo correcto y lo ejemplar” en La lengua española en México, México: FCE, 2003. P. 113.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Si bien es cierto que las clases dominantes siempre buscarán imponer visiones y estilos de vida a las clases subalternas y que en muchas ocasiones estas también buscan imitarlas, es innegable el rechazo que puede existir ante estos intentos de imposición, lo que se traduce en un rechazo a las formas y costumbres culturales ajenas al grupos social al que se pertenece.
[5] Cfr. M. del P. Montes de Oca Sicilia, en “De mujeres, fuego y cosas peligrosas”, Algarabía divertimento, cultura y lenguaje, 26, México, Alijamia. P. 27.
[6] Cfr. J. J. Fernández de Lizardi, El periquillo sarniento”, México: Porrua, 1816/1969. P.56. 

El desarrollo del danzón en México.

Introducción

La escena posee una cualidad soberbia y su relajamiento admite y solicita el uso de la voz “melancolía”. ¿Tristeza, sensaciones de pérdida, conminaciones de la nostalgia? En el salón Colonia, en la calle Manuel M. Flores de la colonia Obrera, los músicos tocan imperturbables, el danzón se distribuye en parejas, y los nativos de ese otro país que es el pasado, o más bien, de ese otro país que es la incapacidad de sentirse habitando el presente, no ceden a la moda ni abandonan sus primeros atavíos, solo se apretujan mientras la difusa luz de la remembranza se adueña de la sala, y se baila el danzón como si se acometiera un vals en un museo, lo que propiamente ocurre. (El danzón –todos los historiadores afirman- es el vals de los pobres, y en las provincias cubanas ése fue su origen, extraer de la contradanza los elementos que reprodujesen la elegancia en la desposesión.)”[1]

Es domingo por la tarde y yo conduzco distraídamente, recorro la Av. Enrico Martínez y, justo al pasar frente a la legendaria Plaza de la Ciudadela de la Ciudad de México, el estruendo de un equipo de sonido de grandes dimensiones llama mi atención. Volteo velozmente para investigar el origen de tal algarabía, según me lo permiten mis tareas de conductor, y es entonces que veo una imagen que se queda bien grabada en la memoria y cala hondo dentro de mí: ¿Quién lo diría?, justo en el mes de febrero se cumplieron 100 años de los sucesos ocurridos en este mismo lugar conocidos como la “Decena Trágica” –los estruendo de hace 100 años fueron mortíferos, muy diferentes a los que escucho en ese momento-, los cuales desembocarían en el golpe de estado que costó la vida al presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suarez.

La Plaza de la Ciudadela, lugar cargado de fuertes simbolismos y habitado por fantasmas; fue aquí también donde en el año de 1968 germino la semilla del movimiento estudiantil y ciudadano más grande y trascendental de la historia del México contemporáneo. Sin embargo, por ahora no es la cuestión política la que me llama mi atención, aunque hay quienes afirman que todo actividad humana tiene una connotación política; lo que provoca mi distracción del volante es la congregación de un considerable número de personas que hacen gala de sus habilidades dancísticas, además de los atuendos que mucho de ellos portan para la ocasión: el hombre se encuentra ataviado con calzado de charol en blanco y negro, traje negro holgado y camisa roja, además de sombrero; mientras que la mujer utiliza un vestido en tono fiusha, tocado del mismo color, zapatillas doradas y abanico.

Todas estas personas están bailando danzón, el mítico género musical de origen cubano que llegara a México a finales del siglo XIX. Es el danzón lo que los congrega y convierte en una pequeña comunidad cuyo principal objetivo es expresarse mediante los pasos que el ritmo de la música les dicta.

A partir de la observancia de estas imágenes mágicas y atípicas, según mi estrecha visión urbana de principios del siglo XXI, el danzón se convirtió para mí en un asunto de seriedad: ¿Qué es lo que motiva a estas personas a reunirse en torno a una música que no figura dentro de la monstruosa industria del entretenimiento?, ¿Qué es lo que orilla a estos ciudadanos a recrear ritos simbólicos que rompen con la lógica cotidiana de la ciudad?, ¿Por qué estas personas se empeñan en mantener viva una tradición que tuvo su máximo esplendor hace más de medio siglo?.

Ante este cúmulo de dudas decidí tener un acercamiento mucho más práctico con este género musical, más enmarcado en la vertiente musical que en la coreográfica, y fue así como durante tres años acompañe como pianista a una orquesta “danzonera” conformada por jóvenes estudiantes de la Casa de la Música Mexicana S.C. “Mtro. Daniel García Blanco”[2]. Este hecho me permitió conocer aspectos netamente musicales que conforman al danzón, además de convertirme en un enamorado más de este género maravilloso, el cual se mantiene vivo y gozando de buena salud.

Una vez mencionado lo anterior, lo que mi conciencia me dicta como tarea necesaria a seguir es comenzar a realizar pequeñas contribuciones investigativas que indaguen, generen conocimientos nuevos o simplemente valoren y promuevan el danzón; así que en el presente ensayo exploraré de manera muy escueta los orígenes de este género musical, así como su llegada a México; además del desarrollo que tuvo en nuestro país, y el motivo de su permanencia dentro del gusto de ciertos sectores de la sociedad.

Ahora bien, ante el panorama recientemente planteado, la pregunta que surge irremediablemente es la del ¿Por qué?; ¿Por qué hablar sobre el danzón?, ¿Por qué indagar un poco más sobre éste género musical?, ¿Por qué buscar su difusión y su fortalecimiento en nuestra sociedad?, Considero innecesario dar respuesta a esta pregunta, el danzón por sí mismo, lo vale. No obstante, por cuestiones de rigorismo académico, expondré algunos de mis argumentos: Porque el danzón es un género que ha logrado generar comunidad y organización autogestiva en ciertos sectores sociales que habitan la Ciudad de México y otras ciudades del país, y resulta importante entender cuál es la causa; porque mediante la investigación de las expresiones culturales de las masas subalternas podemos entender también procesos de dominación, de resistencia y de emancipación; porque mediante la imposición de parámetros de consumo cultural por parte del poder, encontraremos siempre el desarrollo y el consumo de expresiones culturales independientes y autónomas que se desarrollan desde abajo; porque siempre será mejor ver las Plazas Públicas ocupadas por familias que conviven en armonía, que verlas ocupadas por la delincuencia organizada (entiéndase por este concepto las grandes transnacionales depredadoras de nuestra cultura y nuestros recursos naturales; o bien, las instituciones estatales corruptas que solo buscan satisfacer intereses personales o de cúpulas; o bien, el narcotráfico, con toda la violencia que este puede generar consigo mismo).

Finalmente, expongo el argumento que para el que escribe tiene mayor significado: No hay nada más estimulante a los sentidos que ir caminando por las calles de esta Ciudad voluble e incomprensible y encontrarte de pronto con la presencia sonora de un clarinete melancólico y aterciopelado, el cual va entretejiendo una suave y delicada melodía, la cual es acompañada por un un intenso y envolvente ritmo afrocubano realizado por imponentes timbales, e instrumentada por metales potentes y brillantes los cuales forman armonías disonantes que nutren compás a compás este adictivo y maravilloso género musical.

2.- ¿Qué es el Danzón?

Lo primero que hay que decir, de acuerdo con los conceptos que se manejan en distintos diccionarios de música, es que el danzón es un género musical instrumental bailable de origen cubano que proviene de la contradanza[3] [4] [5]. Dicho esto, resulta muy necesario diseccionar esta definición, para comprenderla mejor.

Comencemos por definir lo que es “género”. Como podemos ver, el DRAE presenta varias definiciones de esta palabra:
Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes. 2. m. Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas… 5. m. En las artes, cada una de las distintas categorías o clases en que se pueden ordenar las obras según rasgos comunes de forma y de contenido.”[6]

De acuerdo con el punto número 5 de la definición, podemos afirmar que el danzón es un género musical, ya que posee “rasgos comunes de forma y contenido”[7]. Ahora bien, uno de esos rasgos comunes se refiere al carácter instrumental del mismo; es decir, el discurso musical del danzón no se sostiene por la utilización de versos musicalizados que expresen una idea concreta –una canción por ejemplo-, y al decir concreta, no nos referimos al contenido o el significado que puedan contener las palabras utilizadas como discurso en un determinado conjunto de versos; sino a la concreción intrínseca del lenguaje escrito. Al referirnos al danzón como un género instrumental, estamos hablando de una música carente de versos en la cual no participa la voz humana y que es ejecutada únicamente por instrumentos musicales.

Otra de las partes de la definición de danzón expuesta en un principio, nos habla de poseer un carácter bailable; es decir, que fue creado exprofeso para la actividad dancística. Si bien es cierto que el principal fundamento de la música es la de ser escuchada -especialmente dentro de la tradición de la música académica occidental-, es innegable que existen infinidad de ejemplos musicales cuya función no se limita únicamente a la experiencia auditiva o a la búsqueda exclusiva del goce estético por parte de un posible público: la música ritual de los pueblos indígenas es un ejemplo de ello.[8] Por lo tanto, si bien es cierto que el Danzón si busca generar una experiencia estética para un público determinado, es inconcebible su práctica sin el elemento del baile.

Regresando a la definición de danzón, el siguiente punto expuesto nos remite a su origen geográfico. Para explicar más a fondo esta parte, será necesario hacer una brevísima revisión de ciertos acontecimientos históricos de finales del Siglo XVIII y principios del XIX ocurridos en Haití y en Cuba.

En el año de 1791, en la Isla de Santo Domingo (hoy conocida como Haití), la colonia francesa poseía cerca de 7800 plantaciones de azúcar y alrededor de 500 mil esclavos. El 14 de agosto de ese mismo año, una gran cantidad de esclavos, todos influidos por las ideas que dieron pie a la revolución francesa, deciden levantarse en armas al mando de Toussaint Louverture, quien era apodado “El Espartaco Negro”. Ante el clima de extrema violencia vivida en la isla a causa de esta sangrienta insurrección, la cual costó la vida a más de 150 mil esclavos y culminó con la independencia de Haití del Imperio Francés encabezado por Napoleón Bonaparte, muchos colonos franceses deciden huir hacia Cuba, acompañados de una importante cantidad de sirvientes y esclavos. Esta ola migratoria entró a Cuba por la parte oriente de la isla, que es la más cercana a Haití.[9]    

Al darse esta migración forzada, los franceses llevaron consigo muchas de sus costumbres y tradiciones, una de ellas fue la danza, en especial, “sus bailes de salón: minuetos, gavotas, rigodones y contradanzas”.[10] Fue este último género musical, la contradanza, la que causo mayor impacto en la isla “los habitantes negros y mulatos de la isla… la adaptaron con entusiasmo y fueron enriqueciendo con su particular concepción rítmica... adaptándole el rítmico cinquillo”. [11]  La adaptación de este patrón rítmico llamado cinquillo, además de una nueva gama de instrumentos de percusión, dio origen a un nuevo género musical conocido como “contradanza cubana”.[12]

De acuerdo a Mariano Pérez, la Contradanza es de origen inglés (Country Dance), y se popularizo en Francia durante el siglo XVII: “Algunos creen que el nombre viene de que las parejas se colocaban enfrentadas unas a otras”.[13] Empero, sabemos que en realidad la voz contradanza es una traducción imprecisa al español del anglicismo country dance.  Una de las principales características de este género es que cuenta con un ritmo rápido (apropiado para practicar la danza) y está escrita en compás binario, compuesta por varias secciones de 8 compases que se repiten. En un artículo publicado por Daniel García Blanco, fundador de la Casa de la Música Mexicana, se afirma que Manuel Saumell Robredo (La Habana, 17 de julio de 1817 – la Habana, 14 de agosto de 1870),[14] fue el compositor que dio mayor impulso a este género musical, a través de una gran variedad de Contradanzas realizadas, entre las cuales destacan “Los ojos de Pepa”.[15] En la actualidad se tienen registros de 45 contradanzas para piano, escritas por Saumell.[16]

Dentro de este contexto de esplendor de la contradanza cubana, la cual domino el panorama musical de la isla durante algunas décadas, es donde se da a conocer el músico Miguel Faílde, a quien se le considera el creador del danzón.

Miguel Ramón Demetrio Faílde Pérez nació el 23 de diciembre de 1852, en un pueblo llamado Caobas, en la provincia de Matanzas. Inicio sus estudios de música con su padre (Cándido Faílde), y fue discípulo Federico Peclier, un maestro del Conservatorio de París que vivió por un tiempo en Cuba. En 1864 ingresó como cornetín de la Banda Municipal de Bomberos de Matanzas,[17] y en el año de 1879, siendo ya director de una orquesta que el mismo fundara, estrena la pieza “Las Alturas del Simpson”, que está considerado como el primer danzón de la historia y que es resultado de adaptaciones hechas a la Contradanza Cubana. Este Danzón se dio a conocer de manera oficial la noche del  1 de Enero, en los salones del Club de Matanzas, que algunos años más tarde sería conocido como el Liceo Artístico Literario.[18]

“Las alturas del Simpson” contenía un forma de rondó (A – B –A - C - A – D), con una introducción de ocho compases que se repiten (tema A); un tema B de dieciséis compases, y un tema C de treinta y dos. Se sabe que posterior al estreno de esta pieza, hubo danzones que tuvieron hasta cinco secciones (A –B – A – C – A – D – A – E), aunque esta estructura no tuvo tanta aceptación como la estructura de 4 temas.

En cuanto a la instrumentación utilizada por Faílde, encontramos que en el tema B,  el clarinete tiene un peso preponderante, mientras que el tema C era ejecutado por las cuerdas. Finalmente, el tema D era interpretada por toda la orquesta y con el paso del tiempo, este devino en lo que se conoce como “Montuno”, que era extraído de una rumba, de un pregón, o de un canto de carácter afrocubano.

En realidad podemos afirmar que la estructura aportada por Faílde, era una ampliación de la contradanza. De ahí proviene el nombre de danzón (danza grande o danza ampliada). Otros aspectos de clara influencia de las contradanzas cubanas y de Manuel Saumell, es la  introducción de ocho compases repetidos, así como la instrumentación utilizada: Un tema B o “parte de clarinete” que es trabajado casi siempre sobre el cinquillo, y un tema C o “parte de violín” que es mucho más melódico y tiene una función de adagio o movimiento lento, antes de cerrar con el período inicial. Podríamos afirmar que la aparición del danzón fue una alternativa exitosa ante la necesidad de contar con un baile mucho más menguado, que contrastara con la velocidad de la contradanza y no provocara estragos en los bailarines cubanos. El danzón permitía, cada vez que el estribillo era repetido, que la mujer apaciguara el calor corporal con su abanico, y que el hombre limpiara el sudor de la frente con su pañuelo, además de que era el momento oportuno para que la galantería se hiciera presente entre las parejas.[19] 

Más adelante, las orquestas danzoneras fueron adquiriendo también su propio carácter local con una clara tendencia hacia lo popular, integrándose así el piano, 4 violines, una flauta, un contrabajo, un timbalito y un guayo (güiro), independientemente de la charanga que también se denominó “Danzonera típica cubana”, integrada por clarinete, trompeta, trombón, bombardino, dos timbales y güiro, y a la que muy pronto se incorporaron los violines y el contrabajo.

Fue así como se gestó el danzón en Cuba, llegando a convertirse en el “Baile Nacional” durante varias décadas, hasta que la aparición de nuevos estilos y géneros tales como el son cubano, el mambo o el cha cha chá vinieron a opacarlo, al punto tal que su vigencia dentro de Cuba, resulta muy pobre en la actualidad.

3.- ¿Cómo llego el Danzón a México?

Debido al gran auge que vivió el danzón en Cuba, el resonar de sus acordes comenzó a llegar a los oídos de otros países. Tal fue el caso de México que, a finales del siglo XIX, mantenía un intercambio comercial bastante fructífero con la isla, el cual devino también en un intercambio cultural y artístico. Como ejemplo de ello podemos mencionar las giras que realizó en nuestro país la compañía de Bufos Cubanos, que de acuerdo con el investigador cubano Aurelio Rodríguez Valdés, presentaban obras de teatro costumbristas que “…incluían por lo menos, uno o dos danzones.”[20]

El principal punto de contacto entre México y Cuba en ese momento era la península de Yucatán; y todo aquel cubano que deseara emigrar a México tenía que ingresar por Puerto Progreso, para de ahí trasladarse a Mérida y posteriormente seguir camino rumbo a Campeche, Tabasco y Veracruz. Resulta importante mencionar que a finales del siglo XIX, en pleno apogeo de la dictadura porfirista, “Yucatán estaba aislado del centro del país desde todos los puntos de vista: geográfico, económico, administrativo, físico y aún político”[21]. Esta característica fue motivo para que el Danzón no tuviera el mismo auge que en Veracruz, que desde sus primeros contactos causó furor entre sus habitantes. Sin embargo, sería incorrecto decir que el danzón no tuvo un arraigo en la población yucateca, ya que fue en Mérida donde se conforman las primeras orquestas danzoneras de México, las cuales participaban en las vaquerías y festividades de la región.

Es necesario mencionar que con el paso del tiempo, se le ha dado a la península yucateca el honor de ser la receptora del danzón en México. No obstante, sería ingenuo pensar que solo por este punto tuvo ingreso a nuestro país este género musical; es muy probable que fueran muchos los lugares de entrada a través de todo el Golfo de México. Al respecto, José Luís Cerón Mireles, coordinador académico de la Casa de la Música Mexicana, y director del Instituto de Música y Tradición Daniel Gracia Blanco S.C., afirma que el Danzón tuvo un buen recibimiento incluso en el puerto de Tampico, al norte del país.    

Si bien es cierto que el danzón llegó a México como un baile de salón el cual era practicado por las clases dominantes de la sociedad cubana del siglo XIX (un baile elitista), en nuestro país es rápidamente apropiado por las clases trabajadoras (marineros, estibadores, etc.), debido a que es a través de los centros portuarios por dónde realiza su entrada triunfal. Es así como ocurre una transformación fundamental en la vida del danzón, lo que le permite florecer y convertirse en uno de los géneros musicales de mayor estimación entre la sociedad mexicana: Abandona el salón de baile para insertarse en la Plaza Pública. Este hecho le permite desarrollar la sensualidad producto del acercamiento de los cuerpos, y suplantar la rigidez de la etiqueta y las “buenas costumbres”.

Finalmente, el Danzón comienza a desplazarse de la costa del Golfo de México hacia el interior del país, y es en la creciente y vigorosa Ciudad de México de los años 20, donde es recibido con gran aceptación por parte de los capitalinos, quienes comenzaban a despojarse de una cosmovisión campirana de la vida para sustituirla por una incipiente idea del ser cosmopolita. No obstante, es necesario mencionar que desde los primeros años del siglo XX surgieron y proliferaron en el Distrito Federal, salones de baile que sirvieron para la práctica del vals, el tango, el blues y por supuesto, el danzón.

4.- Desarrollo del Danzón en México

De acuerdo con Aurelio Rodríguez Valdés, es en el año de 1905 cuando surge “el primer salón verdaderamente danzonero”[22], al norte de la Ciudad, en el barrio de Indios Verdes. Este salón recibía el nombre de “La Quinta Corona”. Posteriormente, solo unos meses más tarde, se inaugura el “El Mercado de las Flores”, salón que era visitado de manera preponderante por personas de escasos recursos. El salón de “La Quinta Corona”, que estaba situado en la Calzada de Guadalupe, era visitado por boxeadores no profesionales pertenecientes a los barrios de Guerrero y Peralvillo, los cuales eran más afamados por sus dotes dancísticos que por sus capacidades pugilísticas.

En la Plaza de Santos Degollado, en pleno corazón del Centro Histórico, fue fundado otro salón del cual no se tiene registro de su nombre, pero en el que se afirma “…surgieron los primeros concursos de baile de danzón que con el tiempo, en los principales salones, constituían el mejor y más popular evento.”[23]

En 1908 se tiene registro del surgimiento de un salón más: “La Academia Metropolitana”, de donde surgieron gracias a estos concursos realizados, los primeros campeones de danzón en México. Ese año se abrió también en Indios Verdes el salón “La Quinta de los Sabinos”, y tan solo al año siguiente, el “Salón Lecumberri”, además del “Cervantes”, el “Bucareli Hall” y el “Olimpia” —llamado después Progreso—, construido en los altos del teatro Díaz León, ubicado en la calle de Aztecas no. 5. En 1910 nace el “Salón Alhambra”, y poco después el “Salón Tivolito”, el “Salón Azteca”.

En el año de 1910, Francisco I. Madero convoca al pueblo de México a levantarse en armas y comienza la Revolución Mexicana, hecho que cimbra la vida de prácticamente todo el país. En 1913, la Ciudad de México sufre a manos de los generales Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz, “el sobrino del tío”) y Manuel Mondragón, uno de los episodios más negros de su historia: la “Decena Trágica”, hecho que provoca desabasto de alimentos, hambrunas y plagas en la capital del país. Empero, una vez concluidos los sucesos violentos, el país comienza a apaciguarse lentamente. Venustiano Carranza promulga la Constitución de 1917; Emiliano Zapata es asesinado en abril de 1919, Francisco Villa sufre un atentado que le cuesta la vida en 1923, y el mismo Carranza, es asesinado en circunstancias misteriosas,  el 21 de mayo de 1920, en Tlaxcalantongo, Puebla.

Es a  partir de la época Posrevolucionaria que la Ciudad de México comienza a vivir un proceso acelerado de transformación, el cual está encaminado hacia la modernización y la industrialización. Los habitantes del Distrito Federal empiezan a desarrollar una conciencia cosmopolita, dejando de lado la visión campirana de la vida; y es aquí donde el danzón, junto con otros géneros musicales tales como el Bolero -cuyo máximo exponente es sin duda, Agustín Lara-, juegan un papel fundamental en la construcción de esta nueva identidad chilanga.

En el año de 1920 es inaugurado el más importante de todos los centros nocturnos del país en esa época, el mítico “Salón México”, que se conformaba por varios salones dentro del mismo inmueble. Estos llevaban el nombre “El Renacimiento”, “Los Espejos”, “El Tianguis”, “El Maya” y “El Azteca”. En la película realizada por Emilio “El Indio” Fernández, en el año de 1948, “Salón México”, se retrata con gran acierto la existencia de tres salas de baile dentro de este recinto. Uno era llamado “El Salón de Cebo”, que estaba destinado a los obreros, empleadas domésticas o practicantes de oficios tales como albañiles, zapateros, carpinteros, etc. Existe la anécdota de que dentro de este salón había un letrero que decía lo siguiente: “Favor de no tirar colillas de cigarro al piso, porque las señoritas pueden quemarse los pies”; esto a causa de que muchas de ellas asistían descalzas, debido a la marginación en la que vivían. El segundo salón era llamado el “El Salón de la Manteca”, y en él se congregaban las nacientes clases medias de la Ciudad de México: burócratas, profesionistas, pequeños empresarios, etc. Finalmente, estaba el “Salón de la Mantequilla”; que era el que tenía mayor prestigio, ya que en este lugar se daban cita las grandes luminarias del cine, la música y el deporte (en especial los boxeadores).

Esta proliferación de centros nocturnos sirvió de semillero para la constitución de una cantidad considerable de orquestas danzoneras, las cuales lograron desarrollar niveles de ejecución musical bastante considerables y que además, comenzaron a componer danzones totalmente mexicanos; es decir, con elementos propios de la cultura nacional: “Juárez no debió morir”, del músico chiapaneco Esteban Alfonso, es un claro ejemplo de ello. No obstante, también podemos mencionar “Salón México”, de Tomás Ponce; “Zacatlán”, de Pedro Escobedo Hernández, o “Pulque para dos”, de Gus Moreno; aunque sin duda alguna, el que con el paso del tiempo se convierte en el danzón mexicano por excelencia es “Nereidas”, del maestro Amador Pérez Torres Dimas.

En cuanto a la aparición de orquestas podemos citar a la de Luis Arcaraz, una de las más antiguas y sobresalientes del momento y cuyo origen nos remonta a los fines del siglo XIX. Sin embargo, es a partir de los años 30 del s. XX, cuando empiezan a surgir con enorme fuerza las grandes orquestas danzoneras mexicanas, tales como “La Banda de Sam”, “La banda del Chino Flores”, la de “Los Hermanos Sánchez Rosado”, “La Orquesta Molina”, “Alfredo Castañeda y sus Cometas”, entre muchas otras. Para 1940 se suman muchas más a la ya de por si enorme lista: “La Clave de Oro”, que es la agrupación musical que ejecuta los danzones de la película “Salón México”; “Cardona y su Danzonera”, “Solistas de Agustín Lara”, “Toño Escobar y sus Locos”, por mencionar solo algunas.

Dentro de este gran espectro, hubo un músico cubano que destaco enormemente, al grado tal de que fue apodado “El Rey del Danzón”; su nombre era Consejo Valiente Roberts, conocido desde su niñez como Acerina.

Consejo Valiente Robles “nació el 26 de abril de 1899 en Santiago de Cuba… Desde pequeño tuvo una gran afición musical que lo llevo a ejecutar varios instrumentos de percusión. [En 1913] se trasladó a México… Grabo su primer disco en el año de 1948 como director de su propia orquesta… Participó en varios programas de radio… y en televisión... También participó en la filmación y musicalización de [varias] películas”.[24] En 1981, Consejo Valiente le cedió la dirección de su danzonera (“Acerina y su danzonera”) a Diego Pérez y Reyes, su primer saxofón. Acerina falleció el 4 de junio de 1987, en la Ciudad de México.

Finalmente, el otro factor que contribuyó enormemente con la difusión del Danzón, fue la naciente industria del entretenimiento. Durante el esplendor de la “Época de Oro del Cine Mexicano” se pudo observar una clara tendencia de muchos directores por retratar, de manera un cuanto idealizada, de la vida urbana del Distrito Federal. Imágenes de trifulcas sangrientas y riñas a muerte entre caballeros, los cuales se disputan el amor de una mujer que ha manchado su vida y su reputación con el pecado de la carne, son comunes en las películas de ese momento. Los capitalinos, que abarrotaban gustosos las enormes salas de Cine, buscaban verse reflejados en los filmes de moda. Casi en sincronía con la famosa “Época de Oro” se da el auge de la radio, que a partir de la década de los 20 comienza a convertirse en un medio de comunicación masivo por el cual las personas, pueden escuchar la música de sus artistas favoritos sin la necesidad de salir de la comodidad de su hogar.

A partir de la década de los 60, el danzón comienza a vivir un claro declive, producto de múltiples circunstancias. Una de ellas es la irrupción de la cultura juvenil, que harta de carecer de una identidad propia comienza a formar una cultura propia: Música de jóvenes, lenguaje de jóvenes, ropa de jóvenes, etc. Esto hace que el rock and roll tenga una irrupción violenta en la sociedad mexicana y que eclipse fácilmente los géneros previos existentes. También es importante mencionar un penoso hecho que se da desde las esferas del poder y que afecta enormemente la vida de los Centros Nocturnos de la Ciudad: En el año de 1957, el “Regente de Hierro” Ernesto P. Uruchurtu, quien gobernó la ciudad desde 1952 hasta 1966, lanza un decreto que decía lo siguiente: "Deben cerrarse los establecimientos a la una de la mañana para garantizar que la familia del obrero reciba su salario y que no se dilapide en centros de vicio el patrimonio familiar"[25]. Esta medida autoritaria y llena de moralina, afecto de manera visible a los Salones de Baile de la Ciudad, que a partir de ese momento dejaron de ser negocios jugosos, y comenzaron su sobrevivencia.

Fue así como el danzón se mantuvo con un bajo perfil durante poco más de 20 años, hasta que finalmente se dio un nuevo resurgimiento, pero esta vez completamente al margen de los medios masivos de comunicación y de la industria del entretenimiento; es decir, este nuevo apogeo se dio desde abajo y fue impulsado de manera exclusiva por los auténticos amantes del danzón, ciudadanos de a pie que se organizaron entorno a la música para apropiarse de las plazas públicas (principalmente de la Ciudad de México) y poder seguir practicándolo, además de difundirlo entre las nuevas generaciones.

Ya para la década de los 90 un sinfín de agrupaciones comenzaron a resurgir, principalmente en el puerto de Veracruz y la Ciudad de México, con el firme objetivo de enseñar el danzón a los más jóvenes.
Al día de hoy, muchos datos revelan la superioridad del danzón sobre las demás expresiones de baile en el país, y por mucho. De acuerdo con datos de la Sociedad de Autores y Compositores de México, la SACM, el célebre “Danzón Número 2”, del compositor sonorense Arturo Márquez, es la pieza de música clásica mexicana más escuchada en el mundo[26]. En una entrevista, Márquez expreso:
Veo un gran impulso danzonero con todos estos congresos y encuentros que se están dando en el país en estos últimos años...
Me apasiona el ambiente, la comunión entre baile y música… A eso hay que agregar el respeto que tiene el bailador hacia la música y la sensualidad de un ambiente que me parece muy nostálgico, que nos ubica en un tiempo lejano pero que continúa hasta ahora.”[27]
Y con respecto su obra musical, el Danzón no. 2, expresa lo siguiente:
“Lo hice en 1994, cuando se levantaron los zapatistas para dar una esperanza al país, que ya entonces estaba desgarrado. Yo tuve mucha esperanza en aquellos momentos. A esas emociones les agregué toda esa parte sensual y rítmica que tiene el danzón”.[28]
En el reportaje de Rosario Manzanos nos dice que Diego Pérez y Reyez, director de la “Danzonera Acerina”, falleció el 18 de noviembre del año 2011. Empero, y debido a su apretada agenda, al día siguiente, la prestigiosa orquesta tenía una importante presentación en el XVII Encuentro Nacional de Danzón desarrollado en la ciudad de Querétaro. Los organizadores, María Dolores Moreno y Arturo Ugalde, habían programado a la agrupación a las 12:00 horas. Los asistentes al evento, entre los que se encontraban grupos representativos de 15 estados de la República:
esperaban en silencio con un pequeño moño negro prendido en sus ropas. No sabían si Acerina cancelaría. Se sabía de primera mano que estaban tocando en el velorio de Pérez y Reyes.
Una hora tarde llegó la danzonera, silenciosos los músicos se acomodaron rápidamente en sus lugares, se guardó un minuto de silencio, luego se tributó una ovación a su director, y arrancó el baile con el famoso grito “¡Hey familia!…”. El encuentro se convirtió en un emotivo homenaje para el saxofonista barítono.”[29]
El maestro en Ciencias, Miguel Ángel Zamudio Abdala, director del Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón (CNIDDAC),[30] habla sobre el repunte del danzón e indica que “al contrario de la salsa y otras formas que promueven los medios masivos, el danzón se ha venido difundiendo a través de un contacto más humano”.[31] En su lectura, el también director de la compañía “Tres Generaciones de Danzón” y poseedor de su propia danzonera, charanga y orquesta, opina que “el danzón ha generado un placer, un gusto, una sensación de plenitud tanto en adultos mayores, adultos, jóvenes y niños”.[32]

El Encuentro Nacional de Danzoneras celebrado en  el malecón del puerto de Veracruz en mayo del 2011, contó con la presencia de 3 mil asistentes, mientras que al de Querétaro asistieron 2 mil y al de Oaxaca 3 mil.[33] De igual manera, tan solo en el Distrito Federal, se tienen contabilizados de manera oficial más de cien clubes de baile que, sin necesidad de publicidad, conocen exactamente los horarios en los cuales se baila danzón en el Salón Los Ángeles, Club Social Romo, La Maraka, California Dancing Club, Gran Fórum, por citar los más famosos, independientemente de los rigurosos bailes organizados en plazas públicas, como es el caso de La Ciudadela.

Según los diferentes portales electrónicos que existen dedicados a la difusión del Danzón, se piensa que al menos una vez al mes se realiza un evento nacional en algún estado de la república.[34]

Según Miguel Ángel Zamudio, el fenómeno danzonero crecerá aún más en los próximos años y bailarlo será una manera fundamental de goce:
“Tú llegas a un lugar donde se baila danzón y te das cuenta de que la gente no va ni a beber ni a charlar. Van a bailar, y saberlo hacer es una forma de obtener estatus y respeto de quien te rodea. En el país hay muchos problemas, pero el danzón es intocable. Pase lo que pase, no dejaremos de bailar.”[35]

5.- Conclusiones       

           En el presente trabajo se ha abordado el origen y desarrollo del Danzón, tanto en Cuba, su lugar de origen, como en México, el país en el que sin duda alguna tuvo mayor aceptación desde la década de los 20 hasta los 60, y en el que se mantiene en el gusto del público, con una enorme vigencia, más aún que  en la tierra que lo vio nacer.

Se analizo también, de forma muy sintética los géneros musicales que le precedieron, en especial la Contradanza, que llegó de Haití al oriente de Cuba debido a la oleada de migrantes franceses, y que tuvo gran aceptación en la población afroantillana. Finalmente, fue la contradanza lo que con el paso del tiempo, devino en la aparición del danzón, cuya creación se atribuye al músico matancero Miguel Failde con su pieza “Las alturas del Simpson”. Al comprender las características de la contradanza, nos resulta más fácil asimilar las características del danzón: su estructura y su forma, la instrumentación que utiliza, etc.

También se indagó sobre las posibles puertas de acceso que tuvo a nuestro país: la península yucateca, el puerto de Veracruz, el puerto de Tampico, y cuáles fueron los procesos históricos que vivió en México, así como la contribución que el danzón tuvo en la construcción de una nueva identidad en los habitantes de la Ciudad de México durante las décadas de los 20, 30 y 40.

Finalmente, es necesario hacer una afirmación a manera de conclusión, y es que el danzón se mantiene vigente en el gusto del público en nuestro país, no solo en el Puerto de Veracruz -que es sin duda alguna el lugar en donde mayor presencia tiene-, o en la Ciudad de México, donde se han conformado infinidad de clubes de baile. Como se dijo anteriormente, se tienen claros indicios de que el danzón es bailado y escuchado en diversos estados de la república tales como Oaxaca, Querétaro e Hidalgo.  

Desde el punto de vista del que escribe, lo más valioso y rescatable de esta nueva ola del danzón, es que se ha gestado de manera autónoma, sin que hasta ahora ni las instituciones del Estado ni la nociva industria de la música, se reapropien de él, lo exploten como mercancía desechable y después lo desvirtúen. Es cierto que en lugares como la Ciudad de México, el gobierno local llega a proporcionar lonas para proteger del sol a los bailarines de las plazas públicas, o equipos de sonido, en caso de no contar con una danzonera que pueda tocar en vivo; sin embargo, no hay un compromiso claro de inversión en formar nuevas orquestas, o bien, fomentar el trabajo de las ya existentes.

Para que una agrupación musical con las características de una orquesta danzonera, que suele tener un número considerable de integrantes –al menos 10-, pueda realizar su labor en condiciones adecuadas y dignas, es necesario de la inversión de capital, no solo del público amante del danzón, sino del Estado y la iniciativa privada. Debemos entender que esta aportación no es un gesto de buena voluntad, o una muestra de caridad o amor al arte; más bien se trata de una obligación por parte del gobierno, enmarcada en el cumplimiento cabal de los Derechos Humanos (disfrute y acceso a la Cultura). Con respecto a los empresarios, hoy en día es inconcebible la conducción de una compañía de grandes proporciones sin una clara actitud de Responsabilidad Social, la cual tiene que ir más allá de los simples actos de etiqueta que únicamente buscan los reflectores de los medios de comunicación (cómplices de la misma farsa), y los enormes beneficios fiscales a los que se hacen acreedores.

Pese al panorama de desinterés por el danzón que muestran los núcleos de poder político y económico, es necesario resaltar y valorar enormemente que, gracias al trabajo honesto y desinteresado de la ciudadanía, el danzón seguirá sonando fuertemente en el imaginario colectivo de muchos habitantes del país: Sus ritmos cadenciosos y sus melodías melancólicas, sus rumbas alegres y llenas de movimientos sensuales, las escenas dominicales dibujadas por sus danzantes en la Plaza de la Ciudadela ataviados con zapatos de charol pulcros e impecables, con  abanicos que despiden perfumes seductores de las damas que los usan, con miradas que se buscan entre el movimiento de cuerpos que se tocan y se dejan llevar por la palpitación del baile y la música. Sin duda alguna, el danzón no está próximo a desaparecer. Larga vida al danzón.

6.- Bibliografía

·         CASARES RODICIO Emilio “DICCIONARIO DE LA MÚSICA ESPAÑOLA E  HISPANOAMERICANA”, España: Sociedad General de autores y editores, 1999.

·         Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. http://www.rae.es/drae/

·         HAMEL Fred y HÜRLIMANN Martin, “Enciclopedia de la Música”,  Traducción Otto Mayer Sierra,  México: Grijalbo, 1987.

·         MONSIVAIS Carlos, “Los rituales del caos”, México: Era, 2001.

·         MORENO RIVAS Yolanda, “Historia de la música popular mexicana”, México: CONACULTA, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

·         PÉREZ Mariano, “Diccionario de la Música y los Músicos” Madrid: Ediciones Istmo, Colección Fundamentos 87.

·         RAMONET Ignacio, “Cien horas con Fidel”, La Habana: Oficinas de Publicaciones del Consejo del Estado, 2006.

·         RANDEL Don Michael, “Diccionario Harvard de música”, versión española de Luis Carlos Gago, España: Alianza Editorial, 2006.

·         TREJO Ángel, “¡Hey, Familia, Danzón Dedicado a…!, México: Plaza y Valdés, 1992.

FUENTES HEMEROGRÁFICAS

·         GRACIA BLANCO Daniel, publicado el 1° de mayo de 1973 en el suplemento del periódico “El Día “La Música en México”

·         MANZANOS Rosario, “Danzón, el baile nacional”, en Semanario Proceso, México, 10 de enero del 2012.

FUENTES ELECTRÓNICAS


·         http://www.danzon.com.mx/

·         http://casamusmex.org

·         RODRÍGUEZ VALDÉS Aurelio, “Nuestro Danzón en México”, de http://www.dcubanos.com, Febrero del 2009.

FUENTES AUDIOGRÁFICAS

·         Fonoteca del INAH, Música indígena del Noreste, 05, México: CONACULTA, INAH, Pentagrama, 2002.



[1] Cfr. Carlos Monsivais, en “Los rituales del caos, México: Era, 2001, p. 154.
[2] Para más información véase http://casamusmex.org
[3] HAMEL Fred y HÜRLIMANN Martin, “Enciclopedia de la Música Vol3”,  Traducción Otto Mayer Sierra, México: Grijalbo, 1987.
[4] RANDEL Don Michael, “Diccionario Harvard de música”, versión española de Luis Carlos Gago, España: Alianza Editorial, 2006.
[5] CASARES RODICIO Emilio “DICCIONARIO DE LA MÚSICA ESPAÑOLA E  HISPANOAMERICANA Vol. 4”, España: Sociedad General de autores y editores, 1999.
[6] Versión en línea del Diccionario de la Real Academia Española. http://www.rae.es/drae/
[7] Ibidem.
[8] Las pascolas son danzas practicadas por los grupos yoremes (yaquis) del noreste de México, las cuales  son interpretadas con la intención de alejar a los demonios de la comunidad. Esta música ritual se toca sin pensar en que sea apreciada por un público cautivo que solo se propone escuchar. Véase en Fonoteca del INAH, Música indígena del Noreste, 05, México: CONACULTA, INAH, Pentagrama, 2002.    
[9] RAMONET Ignacio, “Cien horas con Fidel”, Oficinas de Publicaciones del Consejo del Estado, La Habana, Cuba, 2006, 718 pp.
[10] Cfr. Yolanda Morenos Rivas, “VII. La música bailable: Danzón, bolero, mambo, cha cha chá, cumbia, salsa, tropical”, en Historia de la música popular mexicana, México: CONACULTA, Alianza Editorial Mexicana, p. 233,  1979.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Cfr. Mariano Pérez, “Diccionario de la Música y los Músicos”, Tomo 1, Madrid: Colección Fundamentos, Ediciones Istmo, p. 301.
[14] Ibidem. Tomo 3, p. 157
[15] Cfr. Daniel García Blanco, “La música en México”, en  El día, México, 1° de mayo de 1973.
[16] Pérez, op. cit. p. 158
[17] http://www.encaribe.org/Article/miguel-failde
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] Cfr. Aurelio Rodríguez Valdez. “Nuestro Danzón en México”, en http://www.dcubanos.com, Febrero del 2009.
[21] Cfr. Ángel Trejo, en ¡Hey, Familia, Danzón Dedicado a…!, México: Plaza y Valdés, México, p. 35, 1992.
[22] Rodríguez Valdez, op. cit.
[23] Ibid.
[24] Moreno Rivas, op. cit. p. 252.
[26] Cfr. Rosario Manzanos, “Danzón, el baile nacional”, en Proceso (http://www.proceso.com.mx/?p=294429), México, 10 de enero del 2012
[27] Ibidem.
[28] Ibidem.
[29] Ibidem.
[31] Cfr. Manzanos, op. cit.
[32] Ibidem.
[33] Ibidem.
[34] Ibidem.
[35] Íbidem