Introducción
“La escena posee una cualidad
soberbia y su relajamiento admite y solicita el uso de la voz “melancolía”.
¿Tristeza, sensaciones de pérdida, conminaciones de la nostalgia? En el salón
Colonia, en la calle Manuel M. Flores de la colonia Obrera, los músicos tocan imperturbables, el danzón se distribuye en
parejas, y los nativos de ese otro país
que es el pasado, o más bien, de ese otro país que es la incapacidad de
sentirse habitando el presente, no ceden a la moda ni abandonan sus primeros
atavíos, solo se apretujan mientras la difusa luz de la remembranza se adueña
de la sala, y se baila el danzón como si se acometiera un vals en un museo, lo
que propiamente ocurre. (El danzón –todos los historiadores afirman- es el vals
de los pobres, y en las provincias cubanas ése fue su origen, extraer de la
contradanza los elementos que reprodujesen la elegancia en la desposesión.)”
Es domingo
por la tarde y yo conduzco distraídamente, recorro la Av. Enrico Martínez y,
justo al pasar frente a la legendaria Plaza de la Ciudadela de la Ciudad de
México, el estruendo de un equipo de sonido de grandes dimensiones llama mi
atención. Volteo velozmente para investigar el origen de tal algarabía, según
me lo permiten mis tareas de conductor, y es entonces que veo una imagen que se
queda bien grabada en la memoria y cala hondo dentro de mí: ¿Quién lo diría?, justo
en el mes de febrero se cumplieron 100 años de los sucesos ocurridos en este
mismo lugar conocidos como la “Decena Trágica” –los estruendo de hace 100 años
fueron mortíferos, muy diferentes a los que escucho en ese momento-, los cuales
desembocarían en el golpe de estado que costó la vida al presidente Francisco
I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suarez.
La Plaza
de la Ciudadela, lugar cargado de fuertes simbolismos y habitado por fantasmas;
fue aquí también donde en el año de 1968 germino la semilla del movimiento
estudiantil y ciudadano más grande y trascendental de la historia del México
contemporáneo. Sin embargo, por ahora no es la cuestión política la que me
llama mi atención, aunque hay quienes afirman que todo actividad humana tiene
una connotación política; lo que provoca mi distracción del volante es la
congregación de un considerable número de personas que hacen gala de sus habilidades
dancísticas, además de los atuendos que mucho de ellos portan para la ocasión: el
hombre se encuentra ataviado con calzado de charol en blanco y negro, traje
negro holgado y camisa roja, además de sombrero; mientras que la mujer utiliza
un vestido en tono fiusha, tocado del mismo color, zapatillas doradas y
abanico.
Todas
estas personas están bailando danzón, el mítico género musical de origen cubano
que llegara a México a finales del siglo XIX. Es el danzón lo que los congrega
y convierte en una pequeña comunidad cuyo principal objetivo es expresarse
mediante los pasos que el ritmo de la música les dicta.
A
partir de la observancia de estas imágenes mágicas y atípicas, según mi
estrecha visión urbana de principios del siglo XXI, el danzón se convirtió para
mí en un asunto de seriedad: ¿Qué es lo que motiva a estas personas a reunirse en
torno a una música que no figura dentro de la monstruosa industria del
entretenimiento?, ¿Qué es lo que orilla a estos ciudadanos a recrear ritos
simbólicos que rompen con la lógica cotidiana de la ciudad?, ¿Por qué estas
personas se empeñan en mantener viva una tradición que tuvo su máximo esplendor
hace más de medio siglo?.
Ante
este cúmulo de dudas decidí tener un acercamiento mucho más práctico con este
género musical, más enmarcado en la vertiente musical que en la coreográfica, y
fue así como durante tres años acompañe como pianista a una orquesta “danzonera”
conformada por jóvenes estudiantes de la Casa de la Música Mexicana S.C. “Mtro.
Daniel García Blanco”. Este
hecho me permitió conocer aspectos netamente musicales que conforman al danzón,
además de convertirme en un enamorado más de este género maravilloso, el cual
se mantiene vivo y gozando de buena salud.
Una
vez mencionado lo anterior, lo que mi conciencia me dicta como tarea necesaria
a seguir es comenzar a realizar pequeñas contribuciones investigativas que indaguen,
generen conocimientos nuevos o simplemente valoren y promuevan el danzón; así
que en el presente ensayo exploraré de manera muy escueta los orígenes de este
género musical, así como su llegada a México; además del desarrollo que tuvo en
nuestro país, y el motivo de su permanencia dentro del gusto de ciertos
sectores de la sociedad.
Ahora
bien, ante el panorama recientemente planteado, la pregunta que surge
irremediablemente es la del ¿Por qué?; ¿Por qué hablar sobre el danzón?, ¿Por
qué indagar un poco más sobre éste género musical?, ¿Por qué buscar su difusión
y su fortalecimiento en nuestra sociedad?, Considero innecesario dar respuesta
a esta pregunta, el danzón por sí mismo, lo vale. No obstante, por cuestiones
de rigorismo académico, expondré algunos de mis argumentos: Porque el danzón es
un género que ha logrado generar comunidad y organización autogestiva en
ciertos sectores sociales que habitan la Ciudad de México y otras ciudades del
país, y resulta importante entender cuál es la causa; porque mediante la
investigación de las expresiones culturales de las masas subalternas podemos
entender también procesos de dominación, de resistencia y de emancipación;
porque mediante la imposición de parámetros de consumo cultural por parte del
poder, encontraremos siempre el desarrollo y el consumo de expresiones
culturales independientes y autónomas que se desarrollan desde abajo; porque
siempre será mejor ver las Plazas Públicas ocupadas por familias que conviven
en armonía, que verlas ocupadas por la delincuencia organizada (entiéndase por
este concepto las grandes transnacionales depredadoras de nuestra cultura y
nuestros recursos naturales; o bien, las instituciones estatales corruptas que
solo buscan satisfacer intereses personales o de cúpulas; o bien, el
narcotráfico, con toda la violencia que este puede generar consigo mismo).
Finalmente,
expongo el argumento que para el que escribe tiene mayor significado: No hay
nada más estimulante a los sentidos que ir caminando por las calles de esta
Ciudad voluble e incomprensible y encontrarte de pronto con la presencia sonora
de un clarinete melancólico y aterciopelado, el cual va entretejiendo una suave
y delicada melodía, la cual es acompañada por un un intenso y envolvente ritmo
afrocubano realizado por imponentes timbales, e instrumentada por metales
potentes y brillantes los cuales forman armonías disonantes que nutren compás a
compás este adictivo y maravilloso género musical.
2.- ¿Qué es el Danzón?
Lo primero que hay que decir, de acuerdo con los conceptos que se
manejan en distintos diccionarios de música, es que el danzón es un género
musical instrumental bailable de origen cubano que proviene de la contradanza
.
Dicho esto, resulta muy necesario diseccionar esta definición, para
comprenderla mejor.
Comencemos
por definir lo que es “género”. Como podemos ver, el DRAE presenta varias
definiciones de esta palabra:
“Conjunto
de seres que tienen uno o varios caracteres comunes. 2.
m. Clase o tipo a que pertenecen personas o
cosas… 5.
m. En las artes, cada una de las distintas
categorías o clases en que se pueden ordenar las obras según rasgos comunes de
forma y de contenido.”
De acuerdo con el punto número 5 de la definición, podemos afirmar que
el danzón es un género musical, ya que posee “rasgos comunes de forma y
contenido”.
Ahora bien, uno de esos rasgos comunes se refiere al carácter instrumental del
mismo; es decir, el discurso musical del danzón no se sostiene por la
utilización de versos musicalizados que expresen una idea concreta –una canción
por ejemplo-, y al decir concreta, no nos referimos al contenido o el
significado que puedan contener las palabras utilizadas como discurso en un
determinado conjunto de versos; sino a la concreción intrínseca del lenguaje
escrito. Al referirnos al danzón como un género instrumental, estamos hablando
de una música carente de versos en la cual no participa la voz humana y que es
ejecutada únicamente por instrumentos musicales.
Otra de las partes de la definición de danzón expuesta en un principio,
nos habla de poseer un carácter bailable; es decir, que fue creado exprofeso
para la actividad dancística. Si bien es cierto que el principal fundamento de
la música es la de ser escuchada -especialmente dentro de la tradición de la
música académica occidental-, es innegable que existen infinidad de ejemplos musicales
cuya función no se limita únicamente a la experiencia auditiva o a la búsqueda
exclusiva del goce estético por parte de un posible público: la música ritual
de los pueblos indígenas es un ejemplo de ello.
Por lo tanto, si bien es cierto que el Danzón si busca generar una experiencia
estética para un público determinado, es inconcebible su práctica sin el
elemento del baile.
Regresando a la definición de danzón, el siguiente punto expuesto nos remite
a su origen geográfico. Para explicar más a fondo esta parte, será necesario
hacer una brevísima revisión de ciertos acontecimientos históricos de finales
del Siglo XVIII y principios del XIX ocurridos en Haití y en Cuba.
En el año de 1791, en la Isla de Santo Domingo (hoy conocida como
Haití), la colonia francesa poseía cerca de 7800 plantaciones de azúcar y
alrededor de 500 mil esclavos. El 14 de agosto de ese mismo año, una gran
cantidad de esclavos, todos influidos por las ideas que dieron pie a la
revolución francesa, deciden levantarse en armas al mando de Toussaint
Louverture, quien era apodado “El Espartaco Negro”. Ante el clima de extrema
violencia vivida en la isla a causa de esta sangrienta insurrección, la cual
costó la vida a más de 150 mil esclavos y culminó con la independencia de Haití
del Imperio Francés encabezado por Napoleón Bonaparte, muchos colonos franceses
deciden huir hacia Cuba, acompañados de una importante cantidad de sirvientes y
esclavos. Esta ola migratoria entró a Cuba por la parte oriente de la isla, que
es la más cercana a Haití.
Al darse esta migración forzada, los franceses llevaron consigo muchas
de sus costumbres y tradiciones, una de ellas fue la danza, en especial, “sus
bailes de salón: minuetos, gavotas, rigodones y contradanzas”.
Fue este último género musical, la contradanza, la que causo mayor impacto en
la isla “los habitantes negros y mulatos de la isla… la adaptaron con
entusiasmo y fueron enriqueciendo con su particular concepción rítmica...
adaptándole el rítmico cinquillo”. La adaptación de este patrón rítmico llamado cinquillo,
además de una nueva gama de instrumentos de percusión, dio origen a un nuevo género
musical conocido como “contradanza cubana”.
De acuerdo a Mariano Pérez, la Contradanza es de origen inglés (Country Dance),
y se popularizo en Francia durante el siglo XVII: “Algunos creen que el nombre
viene de que las parejas se colocaban enfrentadas unas a otras”.
Empero, sabemos que en realidad la voz contradanza es una traducción imprecisa
al español del anglicismo country dance.
Una de las principales características de
este género es que cuenta con un ritmo rápido (apropiado para practicar la
danza) y está escrita en compás binario, compuesta por varias secciones de 8
compases que se repiten. En un artículo publicado por Daniel García Blanco,
fundador de la Casa de la Música Mexicana, se afirma que Manuel Saumell Robredo
(La Habana, 17 de julio de 1817 – la Habana, 14 de agosto de 1870),
fue el compositor que dio mayor impulso a este género musical, a través de una
gran variedad de Contradanzas realizadas, entre las cuales destacan “Los ojos
de Pepa”.
En la actualidad se tienen registros de 45 contradanzas para piano, escritas
por Saumell.
Dentro de este contexto de esplendor de la contradanza cubana, la cual
domino el panorama musical de la isla durante algunas décadas, es donde se da a
conocer el músico Miguel Faílde, a quien se le considera el creador del danzón.
Miguel Ramón Demetrio Faílde Pérez nació el 23 de diciembre de 1852, en
un pueblo llamado Caobas, en la provincia de Matanzas. Inicio sus estudios de
música con su padre (Cándido Faílde), y fue discípulo Federico Peclier, un
maestro del Conservatorio de París que vivió por un tiempo en Cuba. En 1864
ingresó como cornetín de la Banda Municipal de Bomberos de Matanzas,
y en el año de 1879, siendo ya director de una orquesta que el mismo fundara,
estrena la pieza “Las Alturas del Simpson”, que está considerado como el primer
danzón de la historia y que es resultado de adaptaciones hechas a la
Contradanza Cubana. Este Danzón se dio a conocer de manera oficial la noche del 1 de Enero, en los salones del Club de
Matanzas, que algunos años más tarde sería conocido como el Liceo Artístico
Literario.
“Las alturas del Simpson” contenía un forma de rondó (A – B –A - C - A – D), con una introducción de ocho compases
que se repiten (tema A); un tema B de dieciséis compases, y un tema C de
treinta y dos. Se sabe que posterior al estreno de esta pieza, hubo danzones
que tuvieron hasta cinco secciones (A –B – A – C – A – D – A – E), aunque esta
estructura no tuvo tanta aceptación como la estructura de 4 temas.
En cuanto a la instrumentación utilizada por Faílde, encontramos que en
el tema B, el clarinete tiene un peso
preponderante, mientras que el tema C era ejecutado por las cuerdas. Finalmente,
el tema D era interpretada por toda la orquesta y con el paso del tiempo, este devino
en lo que se conoce como “Montuno”, que era extraído de una rumba, de un
pregón, o de un canto de carácter afrocubano.
En realidad podemos afirmar que la estructura aportada por Faílde, era una
ampliación de la contradanza. De ahí proviene el nombre de danzón (danza grande
o danza ampliada). Otros aspectos de clara influencia de las contradanzas cubanas
y de Manuel Saumell, es la introducción
de ocho compases repetidos, así como la instrumentación utilizada: Un tema B o “parte
de clarinete” que es trabajado casi siempre sobre el cinquillo, y un tema C o “parte
de violín” que es mucho más melódico y tiene una función de adagio o movimiento
lento, antes de cerrar con el período inicial. Podríamos afirmar que la
aparición del danzón fue una alternativa exitosa ante la necesidad de contar
con un baile mucho más menguado, que contrastara con la velocidad de la contradanza
y no provocara estragos en los bailarines cubanos. El danzón permitía, cada vez
que el estribillo era repetido, que la mujer apaciguara el calor corporal con
su abanico, y que el hombre limpiara el sudor de la frente con su pañuelo,
además de que era el momento oportuno para que la galantería se hiciera
presente entre las parejas.
Más adelante, las orquestas danzoneras fueron adquiriendo también su
propio carácter local con una clara tendencia hacia lo popular, integrándose así
el piano, 4 violines, una flauta, un contrabajo, un timbalito y un guayo
(güiro), independientemente de la charanga que también se denominó “Danzonera típica
cubana”, integrada por clarinete, trompeta, trombón, bombardino, dos timbales y
güiro, y a la que muy pronto se incorporaron los violines y el contrabajo.
Fue así como se gestó el danzón en Cuba, llegando a convertirse en el
“Baile Nacional” durante varias décadas, hasta que la aparición de nuevos
estilos y géneros tales como el son cubano, el mambo o el cha cha chá vinieron
a opacarlo, al punto tal que su vigencia dentro de Cuba, resulta muy pobre en
la actualidad.
3.- ¿Cómo llego el Danzón a México?
Debido
al gran auge que vivió el danzón en Cuba, el resonar de sus acordes comenzó a
llegar a los oídos de otros países. Tal fue el caso de México que, a finales
del siglo XIX, mantenía un intercambio comercial bastante fructífero con la
isla, el cual devino también en un intercambio cultural y artístico. Como
ejemplo de ello podemos mencionar las giras que realizó en nuestro país la
compañía de Bufos Cubanos, que de acuerdo con el investigador cubano Aurelio
Rodríguez Valdés, presentaban obras de teatro costumbristas que “…incluían por
lo menos, uno o dos danzones.”
El principal punto de contacto entre México y Cuba en ese momento era la
península de Yucatán; y todo aquel cubano que deseara emigrar a México tenía
que ingresar por Puerto Progreso, para de ahí trasladarse a Mérida y
posteriormente seguir camino rumbo a Campeche, Tabasco y Veracruz. Resulta
importante mencionar que a finales del siglo XIX, en pleno apogeo de la
dictadura porfirista, “Yucatán estaba aislado del centro del país desde todos
los puntos de vista: geográfico, económico, administrativo, físico y aún
político”.
Esta característica fue motivo para que el Danzón no tuviera el mismo auge que
en Veracruz, que desde sus primeros contactos causó furor entre sus habitantes.
Sin embargo, sería incorrecto decir que el danzón no tuvo un arraigo en la
población yucateca, ya que fue en Mérida donde se conforman las primeras
orquestas danzoneras de México, las cuales participaban en las vaquerías y
festividades de la región.
Es necesario mencionar que con el paso del tiempo, se le ha dado a la
península yucateca el honor de ser la receptora del danzón en México. No
obstante, sería ingenuo pensar que solo por este punto tuvo ingreso a nuestro
país este género musical; es muy probable que fueran muchos los lugares de
entrada a través de todo el Golfo de México. Al respecto, José Luís Cerón
Mireles, coordinador académico de la Casa de la Música Mexicana, y director del
Instituto de Música y Tradición Daniel Gracia Blanco S.C., afirma que el Danzón
tuvo un buen recibimiento incluso en el puerto de Tampico, al norte del país.
Si bien es cierto que el danzón llegó a México como un baile de salón el
cual era practicado por las clases dominantes de la sociedad cubana del siglo
XIX (un baile elitista), en nuestro país es rápidamente apropiado por las
clases trabajadoras (marineros, estibadores, etc.), debido a que es a través de
los centros portuarios por dónde realiza su entrada triunfal. Es así como ocurre
una transformación fundamental en la vida del danzón, lo que le permite
florecer y convertirse en uno de los géneros musicales de mayor estimación
entre la sociedad mexicana: Abandona el salón de baile para insertarse en la
Plaza Pública. Este hecho le permite desarrollar la sensualidad producto del
acercamiento de los cuerpos, y suplantar la rigidez de la etiqueta y las
“buenas costumbres”.
Finalmente, el Danzón comienza a desplazarse de la costa del Golfo de
México hacia el interior del país, y es en la creciente y vigorosa Ciudad de
México de los años 20, donde es recibido con gran aceptación por parte de los
capitalinos, quienes comenzaban a despojarse de una cosmovisión campirana de la
vida para sustituirla por una incipiente idea del ser cosmopolita. No obstante,
es necesario mencionar que desde los primeros años del siglo XX surgieron y
proliferaron en el Distrito Federal, salones de baile que sirvieron para la
práctica del vals, el tango, el blues y por supuesto, el danzón.
4.- Desarrollo del Danzón en México
De acuerdo con Aurelio Rodríguez Valdés, es en el año de 1905 cuando surge
“el primer salón verdaderamente danzonero”,
al norte de la Ciudad, en el barrio de Indios Verdes. Este salón recibía el
nombre de “La Quinta Corona”. Posteriormente, solo unos meses más tarde, se
inaugura el “El Mercado de las Flores”, salón que era visitado de manera
preponderante por personas de escasos recursos. El salón de “La Quinta Corona”,
que estaba situado en la Calzada de Guadalupe, era visitado por boxeadores no
profesionales pertenecientes a los barrios de Guerrero y Peralvillo, los cuales
eran más afamados por sus dotes dancísticos que por sus capacidades pugilísticas.
En la Plaza de Santos Degollado, en pleno corazón del Centro Histórico,
fue fundado otro salón del cual no se tiene registro de su nombre, pero en el
que se afirma “…surgieron los primeros concursos de baile de danzón que con el
tiempo, en los principales salones, constituían el mejor y más popular evento.”
En 1908 se tiene registro del surgimiento de un salón más: “La Academia
Metropolitana”, de donde surgieron gracias a estos concursos realizados, los
primeros campeones de danzón en México. Ese año se abrió también en Indios
Verdes el salón “La Quinta de los Sabinos”, y tan solo al año siguiente, el “Salón
Lecumberri”, además del “Cervantes”, el “Bucareli Hall” y el “Olimpia” —llamado
después Progreso—, construido en los altos del teatro Díaz León, ubicado en la
calle de Aztecas no. 5. En 1910 nace el “Salón Alhambra”, y poco después el
“Salón Tivolito”, el “Salón Azteca”.
En el año de 1910, Francisco I. Madero convoca al pueblo de México a
levantarse en armas y comienza la Revolución Mexicana, hecho que cimbra la vida
de prácticamente todo el país. En 1913, la Ciudad de México sufre a manos de
los generales Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz, “el sobrino del tío”) y
Manuel Mondragón, uno de los episodios más negros de su historia: la “Decena
Trágica”, hecho que provoca desabasto de alimentos, hambrunas y plagas en la
capital del país. Empero, una vez concluidos los sucesos violentos, el país comienza
a apaciguarse lentamente. Venustiano Carranza promulga la Constitución de 1917;
Emiliano Zapata es asesinado en abril de 1919, Francisco Villa sufre un
atentado que le cuesta la vida en 1923, y el mismo Carranza, es asesinado en
circunstancias misteriosas, el 21 de
mayo de 1920, en Tlaxcalantongo, Puebla.
Es a partir de la época
Posrevolucionaria que la Ciudad de México comienza a vivir un proceso acelerado
de transformación, el cual está encaminado hacia la modernización y la
industrialización. Los habitantes del Distrito Federal empiezan a desarrollar
una conciencia cosmopolita, dejando de lado la visión campirana de la vida; y
es aquí donde el danzón, junto con otros géneros musicales tales como el Bolero
-cuyo máximo exponente es sin duda, Agustín Lara-, juegan un papel fundamental
en la construcción de esta nueva identidad chilanga.
En el año de 1920 es inaugurado el más importante de todos los centros
nocturnos del país en esa época, el mítico “Salón México”, que se conformaba por
varios salones dentro del mismo inmueble. Estos llevaban el nombre “El Renacimiento”,
“Los Espejos”, “El Tianguis”, “El Maya” y “El Azteca”. En la película realizada
por Emilio “El Indio” Fernández, en el año de 1948, “Salón México”, se retrata con
gran acierto la existencia de tres salas de baile dentro de este recinto. Uno
era llamado “El Salón de Cebo”, que estaba destinado a los obreros, empleadas
domésticas o practicantes de oficios tales como albañiles, zapateros,
carpinteros, etc. Existe la anécdota de que dentro de este salón había un
letrero que decía lo siguiente: “Favor de no tirar colillas de cigarro al piso,
porque las señoritas pueden quemarse los pies”; esto a causa de que muchas de
ellas asistían descalzas, debido a la marginación en la que vivían. El segundo
salón era llamado el “El Salón de la Manteca”, y en él se congregaban las
nacientes clases medias de la Ciudad de México: burócratas, profesionistas,
pequeños empresarios, etc. Finalmente, estaba el “Salón de la Mantequilla”; que
era el que tenía mayor prestigio, ya que en este lugar se daban cita las
grandes luminarias del cine, la música y el deporte (en especial los
boxeadores).
Esta proliferación de centros nocturnos sirvió de semillero para la
constitución de una cantidad considerable de orquestas danzoneras, las cuales
lograron desarrollar niveles de ejecución musical bastante considerables y que
además, comenzaron a componer danzones totalmente mexicanos; es decir, con
elementos propios de la cultura nacional: “Juárez no debió morir”, del músico
chiapaneco Esteban Alfonso, es un claro ejemplo de ello. No obstante, también
podemos mencionar “Salón México”, de Tomás Ponce; “Zacatlán”, de Pedro Escobedo
Hernández, o “Pulque para dos”, de Gus
Moreno; aunque sin duda alguna, el que con el paso del tiempo se convierte en
el danzón mexicano por excelencia es “Nereidas”, del maestro Amador Pérez
Torres Dimas.
En cuanto a la aparición de orquestas podemos citar a la de Luis
Arcaraz, una de las más antiguas y sobresalientes del momento y cuyo origen nos
remonta a los fines del siglo XIX. Sin embargo, es a partir de los años 30 del s.
XX, cuando empiezan a surgir con enorme fuerza las grandes orquestas danzoneras
mexicanas, tales como “La Banda de Sam”, “La banda del Chino Flores”, la de “Los
Hermanos Sánchez Rosado”, “La Orquesta Molina”, “Alfredo Castañeda y sus
Cometas”, entre muchas otras. Para 1940 se suman muchas más a la ya de por si enorme
lista: “La Clave de Oro”, que es la agrupación musical que ejecuta los danzones
de la película “Salón México”; “Cardona y su Danzonera”, “Solistas de Agustín
Lara”, “Toño Escobar y sus Locos”, por mencionar solo algunas.
Dentro de este gran espectro, hubo un músico cubano que destaco
enormemente, al grado tal de que fue apodado “El Rey del Danzón”; su nombre era
Consejo Valiente Roberts, conocido desde su niñez como Acerina.
Consejo Valiente Robles “nació el 26 de abril de 1899 en Santiago de
Cuba… Desde pequeño tuvo una gran afición musical que lo llevo a ejecutar
varios instrumentos de percusión. [En 1913] se trasladó a México… Grabo su
primer disco en el año de 1948 como director de su propia orquesta… Participó
en varios programas de radio… y en televisión... También participó en la
filmación y musicalización de [varias] películas”.
En 1981, Consejo Valiente le cedió la dirección de su danzonera (“Acerina y su
danzonera”) a Diego Pérez y Reyes, su primer saxofón. Acerina falleció el 4 de
junio de 1987, en la Ciudad de México.
Finalmente, el otro factor que contribuyó enormemente con la difusión
del Danzón, fue la naciente industria del entretenimiento. Durante el esplendor
de la “Época de Oro del Cine Mexicano” se pudo observar una clara tendencia de
muchos directores por retratar, de manera un cuanto idealizada, de la vida
urbana del Distrito Federal. Imágenes de trifulcas sangrientas y riñas a muerte
entre caballeros, los cuales se disputan el amor de una mujer que ha manchado
su vida y su reputación con el pecado de la carne, son comunes en las películas
de ese momento. Los capitalinos, que abarrotaban gustosos las enormes salas de
Cine, buscaban verse reflejados en los filmes de moda. Casi en sincronía con la
famosa “Época de Oro” se da el auge de la radio, que a partir de la década de
los 20 comienza a convertirse en un medio de comunicación masivo por el cual
las personas, pueden escuchar la música de sus artistas favoritos sin la
necesidad de salir de la comodidad de su hogar.
A partir de la década de los 60, el danzón comienza a vivir un claro
declive, producto de múltiples circunstancias. Una de ellas es la irrupción de
la cultura juvenil, que harta de carecer de una identidad propia comienza a formar
una cultura propia: Música de jóvenes, lenguaje de jóvenes, ropa de jóvenes,
etc. Esto hace que el rock and roll
tenga una irrupción violenta en la sociedad mexicana y que eclipse fácilmente
los géneros previos existentes. También es importante mencionar un penoso hecho
que se da desde las esferas del poder y que afecta enormemente la vida de los
Centros Nocturnos de la Ciudad: En el año de 1957, el “Regente de Hierro”
Ernesto P. Uruchurtu, quien gobernó la ciudad desde 1952 hasta 1966, lanza un
decreto que decía lo siguiente: "Deben cerrarse los establecimientos a la
una de la mañana para garantizar que la familia del obrero reciba su salario y
que no se dilapide en centros de vicio el patrimonio familiar".
Esta medida autoritaria y llena de moralina, afecto de manera visible a los
Salones de Baile de la Ciudad, que a partir de ese momento dejaron de ser
negocios jugosos, y comenzaron su sobrevivencia.
Fue así como el danzón
se mantuvo con
un bajo perfil durante poco más de 20 años, hasta que finalmente se dio un
nuevo resurgimiento, pero esta vez completamente al margen de los medios
masivos de comunicación y de la industria del entretenimiento; es decir, este
nuevo apogeo se dio desde abajo y fue impulsado de manera exclusiva por los auténticos
amantes del danzón, ciudadanos de a pie que se organizaron entorno a la música para
apropiarse de las plazas públicas (principalmente de la Ciudad de México) y
poder seguir practicándolo, además de difundirlo entre las nuevas generaciones.
Ya para la década de los 90 un sinfín de agrupaciones comenzaron a resurgir,
principalmente en el puerto de Veracruz y la Ciudad de México, con el firme
objetivo de enseñar el danzón a los más jóvenes.
Al día de hoy, muchos datos revelan la superioridad del danzón sobre las
demás expresiones de baile en el país, y por mucho. De acuerdo con datos de la
Sociedad de Autores y Compositores de México, la SACM, el célebre “Danzón
Número 2”, del compositor sonorense Arturo Márquez, es la pieza de música
clásica mexicana más escuchada en el mundo.
En una entrevista, Márquez expreso:
Veo un gran impulso danzonero con todos estos congresos y encuentros que
se están dando en el país en estos últimos años...
Me apasiona el ambiente, la comunión entre baile y música… A eso hay que
agregar el respeto que tiene el bailador hacia la música y la sensualidad de un
ambiente que me parece muy nostálgico, que nos ubica en un tiempo lejano pero
que continúa hasta ahora.”
Y con respecto su obra musical, el Danzón no. 2,
expresa lo siguiente:
“Lo hice en 1994, cuando se levantaron los zapatistas para dar una
esperanza al país, que ya entonces estaba desgarrado. Yo tuve mucha esperanza
en aquellos momentos. A esas emociones les agregué toda esa parte sensual y
rítmica que tiene el danzón”.
En el reportaje de Rosario Manzanos nos dice que Diego Pérez y Reyez,
director de la “Danzonera Acerina”, falleció el 18 de noviembre del año 2011. Empero,
y debido a su apretada agenda, al día siguiente, la prestigiosa orquesta tenía
una importante presentación en el XVII Encuentro Nacional de Danzón
desarrollado en la ciudad de Querétaro. Los organizadores, María Dolores Moreno
y Arturo Ugalde, habían programado a la agrupación a las 12:00 horas. Los
asistentes al evento, entre los que se encontraban grupos representativos de 15
estados de la República:
esperaban en silencio con un pequeño moño negro prendido en sus ropas.
No sabían si Acerina cancelaría. Se sabía de primera mano que estaban tocando
en el velorio de Pérez y Reyes.
Una hora tarde llegó la danzonera, silenciosos los músicos se acomodaron
rápidamente en sus lugares, se guardó un minuto de silencio, luego se tributó
una ovación a su director, y arrancó el baile con el famoso grito “¡Hey
familia!…”. El encuentro se convirtió en un emotivo homenaje para el
saxofonista barítono.”
El maestro en Ciencias, Miguel Ángel Zamudio Abdala, director del Centro
Nacional de Investigación y Difusión del Danzón (CNIDDAC),
habla sobre el repunte del danzón e indica que “al contrario de la salsa y
otras formas que promueven los medios masivos, el danzón se ha venido
difundiendo a través de un contacto más humano”.
En su lectura, el también director de la compañía “Tres Generaciones de Danzón”
y poseedor de su propia danzonera, charanga y orquesta, opina que “el danzón ha
generado un placer, un gusto, una sensación de plenitud tanto en adultos mayores,
adultos, jóvenes y niños”.
El Encuentro Nacional de Danzoneras celebrado en el malecón del puerto de Veracruz en mayo del
2011, contó con la presencia de 3 mil asistentes, mientras que al de Querétaro asistieron
2 mil y al de Oaxaca 3 mil.
De igual manera, tan solo en el Distrito Federal, se tienen contabilizados de
manera oficial más de cien clubes de baile que, sin necesidad de publicidad,
conocen exactamente los horarios en los cuales se baila danzón en el Salón Los Ángeles,
Club Social Romo, La Maraka, California Dancing Club, Gran Fórum, por citar los
más famosos, independientemente de los rigurosos bailes organizados en plazas
públicas, como es el caso de La Ciudadela.
Según los diferentes portales electrónicos que existen dedicados a la
difusión del Danzón, se piensa que al menos una vez al mes se realiza un evento
nacional en algún estado de la república.
Según Miguel Ángel Zamudio, el fenómeno danzonero crecerá aún más en los
próximos años y bailarlo será una manera fundamental de goce:
“Tú llegas a un lugar donde se baila danzón y te das cuenta de que la
gente no va ni a beber ni a charlar. Van a bailar, y saberlo hacer es una forma
de obtener estatus y respeto de quien te rodea. En el país hay muchos
problemas, pero el danzón es intocable. Pase lo que pase, no dejaremos de
bailar.”
5.- Conclusiones
En
el presente trabajo se ha abordado el origen y desarrollo del Danzón, tanto en
Cuba, su lugar de origen, como en México, el país en el que sin duda alguna
tuvo mayor aceptación desde la década de los 20 hasta los 60, y en el que se
mantiene en el gusto del público, con una enorme vigencia, más aún que en la tierra que lo vio nacer.
Se analizo también, de forma muy sintética los géneros musicales que le precedieron, en
especial la Contradanza, que llegó de Haití al oriente de Cuba debido a la
oleada de migrantes franceses, y que tuvo gran aceptación en la población afroantillana.
Finalmente, fue la contradanza lo que con el paso del tiempo, devino en la
aparición del danzón, cuya creación se atribuye al músico matancero Miguel
Failde con su pieza “Las alturas del Simpson”. Al comprender las
características de la contradanza, nos resulta más fácil asimilar las
características del danzón: su estructura y su forma, la instrumentación que
utiliza, etc.
También
se indagó sobre las posibles puertas de acceso que tuvo a nuestro país: la
península yucateca, el puerto de Veracruz, el puerto de Tampico, y cuáles
fueron los procesos históricos que vivió en México, así como la contribución
que el danzón tuvo en la construcción de una nueva identidad en los habitantes
de la Ciudad de México durante las décadas de los 20, 30 y 40.
Finalmente,
es necesario hacer una afirmación a manera de conclusión, y es que el danzón
se mantiene vigente en el gusto del público en nuestro país, no solo en el
Puerto de Veracruz -que es sin duda alguna el lugar en donde mayor presencia
tiene-, o en la Ciudad de México, donde se han conformado infinidad de clubes
de baile. Como se dijo anteriormente, se tienen claros indicios de que el danzón
es bailado y escuchado en diversos estados de la república tales como Oaxaca,
Querétaro e Hidalgo.
Desde el punto de vista del que escribe, lo más valioso y rescatable de
esta nueva ola del danzón, es que se ha gestado de manera autónoma, sin que
hasta ahora ni las instituciones del Estado ni la nociva industria de la música,
se reapropien de él, lo exploten como mercancía desechable y después lo
desvirtúen. Es cierto que en lugares como la Ciudad de México, el gobierno
local llega a proporcionar lonas para proteger del sol a los bailarines de las
plazas públicas, o equipos de sonido, en caso de no contar con una danzonera
que pueda tocar en vivo; sin embargo, no hay un compromiso claro de inversión
en formar nuevas orquestas, o bien, fomentar el trabajo de las ya existentes.
Para que una agrupación musical con las características de una orquesta
danzonera, que suele tener un número considerable de integrantes –al menos 10-,
pueda realizar su labor en condiciones adecuadas y dignas, es necesario de la
inversión de capital, no solo del público amante del danzón, sino del Estado y
la iniciativa privada. Debemos entender que esta aportación no es un gesto de
buena voluntad, o una muestra de caridad o amor al arte; más bien se trata de
una obligación por parte del gobierno, enmarcada en el cumplimiento cabal de
los Derechos Humanos (disfrute y acceso a la Cultura). Con respecto a los
empresarios, hoy en día es inconcebible la conducción de una compañía de
grandes proporciones sin una clara actitud de Responsabilidad Social, la cual
tiene que ir más allá de los simples actos de etiqueta que únicamente buscan
los reflectores de los medios de comunicación (cómplices de la misma farsa), y
los enormes beneficios fiscales a los que se hacen acreedores.
Pese al panorama de desinterés por el danzón que muestran los núcleos de
poder político y económico, es necesario resaltar y valorar enormemente que,
gracias al trabajo honesto y desinteresado de la ciudadanía, el danzón seguirá
sonando fuertemente en el imaginario colectivo de muchos habitantes del país: Sus
ritmos cadenciosos y sus melodías melancólicas, sus rumbas alegres y llenas de
movimientos sensuales, las escenas dominicales dibujadas por sus danzantes en
la Plaza de la Ciudadela ataviados con zapatos de charol pulcros e impecables,
con abanicos que despiden perfumes
seductores de las damas que los usan, con miradas que se buscan entre el
movimiento de cuerpos que se tocan y se dejan llevar por la palpitación del
baile y la música. Sin duda alguna, el danzón no está próximo a desaparecer.
Larga vida al danzón.
6.- Bibliografía
·
CASARES
RODICIO Emilio “DICCIONARIO DE LA MÚSICA ESPAÑOLA E HISPANOAMERICANA”, España: Sociedad General
de autores y editores, 1999.
·
HAMEL
Fred y HÜRLIMANN Martin, “Enciclopedia de la Música”, Traducción Otto Mayer Sierra, México: Grijalbo, 1987.
·
RANDEL
Don Michael, “Diccionario Harvard de música”, versión española de Luis Carlos
Gago, España: Alianza Editorial, 2006.
FUENTES AUDIOGRÁFICAS
·
Fonoteca del INAH, Música
indígena del Noreste, 05, México:
CONACULTA, INAH, Pentagrama, 2002.
HAMEL Fred y HÜRLIMANN Martin, “Enciclopedia de
la Música Vol3”, Traducción Otto Mayer
Sierra, México: Grijalbo, 1987.
RANDEL Don Michael, “Diccionario Harvard de
música”, versión española de Luis Carlos Gago, España: Alianza Editorial, 2006.
CASARES RODICIO Emilio “DICCIONARIO DE LA
MÚSICA ESPAÑOLA E HISPANOAMERICANA Vol.
4”, España: Sociedad General de autores y editores, 1999.